Los jóvenes están en las redes.
Los datos son rotundos: casi la mitad de los jóvenes españoles entre 16 y 30 años se informa principalmente a través de redes sociales, según el último Eurobarómetro de Juventud. La televisión apenas les roza, la radio es residual y la prensa tradicional, digital o impresa, se ha convertido en un vestigio del pasado. Además, el 80% reconoce encontrarse con desinformación con frecuencia, pero solo un 13% verifica lo que consume.
Este es el ecosistema informativo de la generación que heredará la democracia: rápido, emocional, fragmentado, vulnerable y profundamente desjerarquizado. Un espacio donde la política compite con bailes, recetas, conspiraciones, humor y algoritmos que premian la intensidad por encima de la verdad.
Y, sin embargo, en este paisaje líquido, los jóvenes de izquierdas existen. Están ahí, pero son minoría. No porque no haya sensibilidad progresista, sino porque la izquierda institucional no ha sabido encontrarlos en los lugares donde hoy se forma la conciencia política.
La izquierda sigue hablando en un idioma que los jóvenes ya no escuchan, mientras la derecha ha comprendido que la batalla cultural se libra en el terreno emocional y audiovisual. La izquierda continúa comunicando como si estuviéramos en la era del mitin televisado: discursos largos, formatos rígidos, estética institucional, todo muy racional pero, todo ello en un entorno donde la atención dura segundos y la política se procesa en imágenes, no en párrafos.
El resultado es evidente: los jóvenes progresistas no desaparecen, pero se desconectan. No encuentran un relato que les hable en su lenguaje, que entienda sus códigos, que reconozca sus precariedades y que les ofrezca un horizonte de dignidad y comunidad.
Los jóvenes están en TikTok, Instagram, Twitch, YouTube, Discord. Pero los partidos de izquierdas no están ahí, o están de forma testimonial, torpe o meramente propagandística.No basta con abrir perfiles, no basta con subir vídeos, no basta con “estar”.
La izquierda no ha entendido que la juventud no quiere senrirse sermoneada.
La democracia, la igualdad y la solidaridad no se transmiten como si fueran asignaturas, se transmiten a través de experiencias compartidas, narrativas potentes y referentes creíbles.
La izquierda tiene un problema: ha perdido la capacidad de seducir. No porque sus valores no sean atractivos, sino porque no ha sabido traducirlos al lenguaje emocional y cultural de la generación que más los necesita.No se trata de “hacer vídeos”,se trata de construir un vínculo político y cultural creando redes como espacios políticos reales y no como escaparates, impulsando referentes jóvenes, hablando de precariedad, vivienda, salud. En definitiva, recuperando la épica de lo común como experiencia compartida y no como consigna.
Si los jóvenes se informan en redes, si viven en redes, si construyen identidad en redes… ¿por qué la izquierda sigue actuando como si las redes fueran un apéndice y no el centro de la vida pública juvenil?.
Los jóvenes de izquierdas existen.
Pero están esperando algo más que consignas.
Están esperando un proyecto que les hable en su idioma, que entienda su mundo y que les devuelva la sensación de que la política puede ser un lugar de esperanza y no un ruido más en el feed.
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Si quieres, puedo ayudarte a preparar una versión más breve para prensa local, una más combativa para militancia o una más filosófica apoyada en Arendt, Gramsci o Rosanvallon.
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