MAZÓN DIMITE.

 La dimisión, en diferido ( como acostumbra la derecha), de Carlos Mazón como president de la Generalitat Valenciana, anunciada en una comparecencia institucional marcada por el victimismo y la tergiversación, no es un acto de responsabilidad política: es el desenlace inevitable de una gestión marcada por la ocultación, el desprecio a los datos oficiales y la manipulación del dolor colectivo. Un año después de la DANA que dejó más de 200 muertos, Mazón se despide sin asumir ni una sola de sus mentiras, sin reconocer el trabajo de la Confederación Hidrográfica, de Protección Civil, ni del propio Gobierno de España, que estuvo (como demuestran los informes y cronologías oficiales) al servicio de la Comunidad Valenciana desde el primer minuto.

También decir que la dimisión de Mazón como president, pero no como diputado, no es un gesto de responsabilidad: es una maniobra de blindaje. Al conservar su escaño, preserva el aforamiento que le permite esquivar la justicia ordinaria, aferrándose a los privilegios institucionales mientras se desmorona su credibilidad política. Es el último acto de una estrategia ruin: protegerse a sí mismo antes que rendir cuentas a la ciudadanía.

En mi opinión, lo vergonzoso no es solo el contenido de su discurso de despedida, sino el marco ideológico que lo sostiene. Mazón vuelve a cargar contra el Gobierno central, en un intento desesperado por desviar la atención de su propia incompetencia. Pero ya no cuela. La ciudadanía ha visto los datos, ha escuchado a los técnicos, ha vivido la tragedia. Y debería saber que la derecha valenciana ha preferido el relato al rigor, el ataque al adversario antes que la autocrítica.

Ahora comienza el vía crucis político de Mazón, pero también se abre una ventana para la izquierda. No basta con denunciar la estulticia de la derecha ni con señalar los apoyos ultras que la sostienen en Les Corts. Es hora de construir un proyecto político que recupere la verdad como principio rector, que haga de la transparencia una herramienta de justicia, y que defienda los derechos y libertades frente a la regresión cultural que representanel menosprecio hacia la cultura y la lengua, priorizando la caza, los toros y el autoritarismo.

El proyecto al que me refiero debería ser más que reactivo; más pedagógico, emocional y profundamente ético. Debe hablar de vivienda, de salud, de trabajo digno, pero también de memoria democrática, de cultura crítica, de educación para la libertad. Debe interpelar a la ciudadanía no solo como votante, sino como sujeto político capaz de transformar su entorno.

La izquierda valenciana tiene una oportunidad histórica para regenerar el debate público, para reconectar con la clase trabajadora y para ofrecer una alternativa que no se limite a gestionar mejor, sino a imaginar un país más justo. Porque si algo ha demostrado el discurso de Mazón es que la derecha no tiene límites. Y frente a eso, la izquierda debe tenerlos todos: los de la verdad, los de la dignidad, los de la democracia.

Mazón no ha sido una anomalía. Es un dirigente político ruin en un partido que ha demostrado su ruindad en infinidad de ocasiones. Y aunque los tribunales deberán depurar las responsabilidades jurídicas, la ciudadanía tiene en su mano depurar las políticas. No olvidemos las dramáticas mentiras con las que la derecha ha pretendido ocultar su propia inutilidad. No olvidemos que la regeneración democrática no vendrá sola: hay que construirla, defenderla y votarla.


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