La democracia no se hereda: se defiende.
Cuarenta años de dictadura franquista dejaron cicatrices profundas en la sociedad española. No solo fueron cárceles, fusilamientos y exilios: fue también un aparato propagandístico que moldeó conciencias y que, tras la transición, nunca se desmontó del todo. La democracia llegó, sí, pero llegó con un pacto de silencio que convirtió la memoria en un terreno baldío. Y ese vacío lo ha llenado la extrema derecha con revisionismo, negacionismo y mentiras.
El problema no es solo la derecha que manipula, sino la izquierda que calla. Durante décadas, los partidos progresistas y de izquierdas han preferido correr un velo sobre el régimen criminal, como si hablar de Franco fuese realmente eso que tanto gusta a la derecha: abrir heridas en lugar de cerrarlas. Esa actitud timorata ha debilitado la pedagogía democrática y ha dejado a la ciudadanía desarmada frente a los discursos reaccionarios. Ciudadanía que, por otro lado, tampoco se ha ocupado ni preocupado demasiado en formarse y comprometerse con ese proyecto colectivo que es la democracia.
La Ley de Memoria Democrática de 2022 llegó tarde, pero llegó. Mientras tanto, generaciones enteras crecieron sin conocer la represión, sin entender que la democracia no fue un regalo, sino una conquista arrancada con sangre y sacrificio.
Pero no basta con señalar a los partidos. La dejadez ciudadana, insisto, es igual de culpable. Hemos convertido la democracia en un cajero automático: votamos cada cuatro años y esperamos que nos resuelva la vida. Nos hemos olvidado que la democracia es un sistema de convivencia que exige acción, vigilancia y compromiso. No se trata de preguntar qué puede hacer la democracia por nosotros, sino qué estamos dispuestos a hacer nosotros y nosotras por ella.
La democracia se defiende en las aulas, en los sindicatos, en los barrios, en los medios. Se defiende recordando la represión franquista, denunciando el revisionismo, participando en la vida pública, exigiendo transparencia y compromiso con el mandato democrático. Se defiende con memoria, con acción y con responsabilidad.
Hoy, quienes creemos en la libertad y la justicia social no podemos seguir en silencio. El capitalismo se sirve del neofascismo para domesticar conciencias y convencer a nuestros jóvenes de que vivir sin derechos es vivir mejor. Frente a esa mentira, toca levantar la voz y poner pie en pared: no seáis necios, no os dejéis arrastrar por el discurso facilón de quienes quieren convertir la democracia en un decorado vacío. Esa banderita que lleváis, esos símbolos que lucís con tanto orgullo representan el ocaso de la civilización y vuestra esclavitud. Leed la historia de este país y podréis daros cuenta que está llena de luchas, pero también de renuncias que siempre beneficiaron a los mismos. ¿Al pueblo?. No: a los que nos quería y quieren esclavos de la estupidez.
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