EL MURO DE JUNTS.

 

La ruptura de Juns del acuerdo de investidura no es solo una escaramuza parlamentaria: s la certificación de una estrategia de sabotaje institucional que convierte el Congreso en un erial donde cada iniciativa gubernamental está condenada al naufragio. El anuncio explícito de bloquear todas las leyes, sin matices ni excepciones, revela una deriva que ya no responde a la defensa de intereses catalanes, sino al cálculo electoral más cínico y destructivo.

Juns, antaño representante de una derecha pactista (Convergencia i Unió) y pragmática, ha mutado en una formación ensimismada, presa del pánico ante el ascenso de los neofascistas de Aliança Catalana. Su obsesión por no parecer “blandos” frente a la izquierda ha desembocado en una política de tierra quemada que perjudica tanto a Catalunya como al conjunto del Estado. Ya no se trata de negociar mejoras para su territorio, sino de evitar cualquier gesto que pueda ser interpretado como colaboración con el gobierno. El resultado: parálisis legislativa, crispación permanente y una institucionalidad secuestrada por el chantaje.

El gobierno, por su parte, se enfrenta a un dilema que  cuyos posibles escenarios son incómodos e incluso arriesgados: persistir en la legislatura bajo estas condiciones no solo es inútil, sino contraproducente. Cada intento de diálogo, cada cesión, cada gesto conciliador puede interpretarse y puede ser (y lo será) "vendido" por los ultras y extrema derecha como debilidad. Y esa imagen de sumisión no solo erosiona la autoridad del Ejecutivo, sino que desmoviliza a su base social. El votante progresista, que podría haber apostado por el PSOE como dique frente a la ultraderecha, podría acabar retrayéndose ante la impotencia institucional y la falta de políticas publicas para mejorar la vida de la gente. Aguantar por aguantar es regalar tiempo a quienes tienen como único objetivo destruir, y que han demostrado un desprecio por el debate frente a la manipulación, la mentira y el insulto como único argumento; es permitir que la derecha se nutra del desgaste del gobierno para consolidar su relato de caos y decadencia, es dejar que la frustración se convierta en abstención y que la abstención se traduzca en victoria reaccionaria. ¿Miedo a la extrema derecha? Por supuesto. Lo compartimos quienes defendemos la democracia, los derechos sociales y la convivencia plural. Pero prolongar una legislatura sin rumbo, sostenida por pactos cada vez más opacos y frágiles, es, insisto, el combustible que necesitan los partidos instalados en la mentira, el bulo y la manipulación.

No se puede construir un proyecto de país sobre la base de los caprichos de una formación atrapada en el personalismo, la lógica del chantaje y una deriva identitaria que coquetea con el neofascismo. La política democrática no puede seguir hipotecada por quienes desprecian el principio de igualdad, la solidaridad territorial y el respeto a las reglas del juego común.

El cierre de filas en torno al presidente del Gobierno por parte de la militancia y simpatizantes socialistas no puede seguir ocultando lo evidente: la legislatura ha sido dinamitada por Junts, y los intentos de recomposición , por más que se revistan de responsabilidad institucional, se perciben cada vez más como gestos de sometimiento. En mi muy modesta opinión ( de un afiliado de base) la única salida digna y democrática es convocar elecciones. No como rendición, sino como reinicio. Como oportunidad para que la ciudadanía decida si quiere seguir atrapada en el bloqueo o apostar por un nuevo mandato con mayor fuerza y mayor legitimidad. Porque en política, como en la vida, hay momentos en que resistir es perder, y saber retirarse a tiempo es el primer paso para volver con más fuerza.


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