La paz en Palestina: entre la esperanza y la sospecha.
La paz en Palestina: entre la esperanza y la sospecha
La firma del alto el fuego entre Israel y Hamás marca un punto de inflexión en una (mal llamada) guerra que ha dejado más de 67.000 palestinos muertos y ha desplazado al 90% de la población de Gaza. La comunidad internacional celebra este acuerdo como un paso hacia la paz, pero para quienes han vivido bajo los escombros, la alegría es contenida, casi dolorosa. Porque si bien cesan las bombas y asesinatos, no cesa la memoria, ni la sospecha de que la reconstrucción será, como tantas veces, un negocio.
La guerra, que comenzó tras el ataque de Hamás en octubre de 2023, ha sido unilateral en su devastación. Israel, con su asedio militar sobre Gaza, ha ejecutado una ofensiva que muchos organismos internacionales califican como genocida pero que a la derecha española le cuesta definir. El alto el fuego contempla la liberación de rehenes, la retirada parcial de tropas israelíes y la entrada de ayuda humanitaria. Pero también abre una nueva etapa: la de la reconstrucción. Y es aquí donde la comunidad internacional debe mirar con lupa. Porque la reconstrucción de Gaza no puede convertirse en una subasta de contratos, ni en un mercadeo de intereses geopolíticos. España, que participa en la cumbre de El Cairo, tiene una oportunidad histórica: defender con firmeza la solución de dos Estados y exigir que la reconstrucción se centre en las personas, no en los beneficios. Que no se construyan muros de cemento sobre la sangre palestina, sino puentes de justicia.
La paz no será real si no se desmantela el apartheid, si no se levanta el bloqueo, si no se permite el retorno de los desplazados y se garantiza la soberanía palestina. Hamás ha aceptado un gobierno tecnocrático temporal, sin participación directa, lo que podría abrir una vía para una administración civil. Pero el riesgo de que los fondos internacionales terminen en manos de especuladores o gobiernos que buscan rédito político es alto.
La esperanza está en los miles de palestinos que regresan al norte de Gaza, entre ruinas, con la convicción de que su tierra les pertenece. Está en los movimientos sociales que exigen justicia, en los parlamentos que embargan armas a Israel, como ha hecho España. Está en la memoria de los que no volverán, pero cuya ausencia exige que esta paz no sea solo una pausa, sino un principio.
La comunidad internacional tiene una deuda con Palestina. No basta con detener el genicidio: hay que devolver la dignidad y la justicia al pueblo palestino. Y eso empieza por reconstruir Gaza con manos limpias y con la certeza de que el pueblo palestino tendrá un estado libre, y a Israel, Estado sionista genocida, se le juzgará por crímenes de lesa humanidad y terrorismo.
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