La derecha postfranquista y su cruzada contra la democracia.

En España, la derecha no ha roto con su pasado: lo ha reciclado. Lo ha envuelto en discursos institucionales, lo ha maquillado con trajes de moderación, pero el tufo autoritario sigue ahí, impregnando cada declaración, cada gesto, cada estrategia. Lo que estamos presenciando no es una oposición legítima, sino una ofensiva contra los pilares básicos de la democracia.

Las recientes declaraciones de Alberto Núñez Feijóo y Miguel Tellado no son simples exabruptos, son síntomas de una enfermedad política que se niega a sanar.

Feijóo, líder del Partido Popular, afirmó que “antes de Sánchez, el único que creía que las elecciones eran un incordio era Franco”. La frase, pronunciada con la frialdad de quien sabe exactamente lo que dice, no solo equipara al presidente del Gobierno con un dictador, sino que banaliza décadas de lucha democrática. Es una acusación grave, irresponsable y profundamente reveladora: para Feijóo, el adversario político no es un rival, es un usurpador.
Pero Tellado fue más allá. En un acto en Pamplona, declaró que “aquí podemos empezar a cavar la fosa donde reposarán los restos de un Gobierno que nunca debió haber existido en nuestro país”. En un país donde miles de víctimas del franquismo siguen enterradas en fosas comunes, esta frase no es solo una metáfora desafortunada. Es una provocación. Es una humillación para quienes aún buscan justicia. Es una muestra del desprecio absoluto por la memoria histórica y por el dolor de miles de familias.
Estas declaraciones no son aisladas. Forman parte de una estrategia de polarización que busca deslegitimar al Gobierno, no fiscalizarlo. La derecha postfranquista no quiere alternancia: quiere revancha. No quiere gobernar con consensos: quiere imponer su visión excluyente de España. Y lo hace con un lenguaje que recuerda demasiado al pasado que nunca ha terminado de condenar.
La democracia no se defiende solo con votos. Se defiende con respeto, con memoria, con responsabilidad. Cuando los líderes de la oposición hablan de dictaduras y fosas, no están haciendo política: están sembrando odio. Están normalizando el lenguaje del enfrentamiento, del enemigo, del exterminio simbólico.
España merece una derecha moderna, democrática, que entienda que gobernar es dialogar, no destruir. Pero mientras esa derecha no exista, lo que tenemos es una amenaza latente: una derecha que no ha roto con el franquismo, sino que lo ha adaptado a los tiempos, disfrazándolo de institucionalidad mientras sueña con una España uniforme, autoritaria y sin memoria.
La ciudadanía debe despertar. Porque votar a quienes desprecian la democracia es cavar la tumba de nuestros propios derechos.

Comentaris

Entrades populars d'aquest blog

Narcisismo y deslealtad política en El Campello

Como tirarse a la piscina sin saber si hay agua.

España, cortijo de señoritos: del autoritarismo cool al neoliberalismo sin alma