¿Superioridad moral?. No: justicia social frente a libertad formal.
En el debate político contemporáneo, conceptos como libertad e igualdad se repiten como mantras. Sin embargo, detrás de estas palabras se esconden visiones del mundo profundamente distintas. Si hay un principio que marca la diferencia sustancial entre la derecha y la izquierda, ese es la justicia social. Mientras la derecha suele priorizar la libertad individual como valor supremo, la izquierda sostiene que sin igualdad real, la libertad es una ilusión reservada para unos pocos.
La justicia social no es simplemente
una distribución equitativa de bienes materiales. Es un concepto más amplio que
abarca: Igualdad de oportunidades (que todos tengan acceso a educación, salud,
vivienda y empleo digno), redistribución de la riqueza (mediante impuestos
progresivos y políticas públicas que corrijan desigualdades estructurales),reconocimiento
de derechos ( especialmente para grupos históricamente marginados como mujeres,
minorías étnicas, personas LGTBIQ+, etc.) o participación democrática (que
todos puedan influir en las decisiones que afectan sus vidas).
La derecha política, en sus distintas
variantes, tiende a concebir la libertad como no interferencia de los poderes públicos. Bajo
esta lógica:el mercado es el mejor distribuidor de recursos, y por lo tanto, la meritocracia
justifica las desigualdades: quien tiene más, es porque lo merece. La
intervención pública se ve como una amenaza a la autonomía individual.
Pero esta visión ignora que no todos
parten del mismo punto. ¿Qué libertad tiene quien nace en la pobreza, sin
acceso a educación ni salud? ¿Qué autonomía puede ejercer quien vive en
condiciones de precariedad?
La izquierda, en cambio, parte de una
premisa distinta: la libertad auténtica solo existe cuando hay igualdad
sustancial. Por eso defiende un Estado activo que garantice derechos sociales, promueve
políticas de redistribución para corregir desigualdades heredadas y entiende la
libertad como capacidad real de elegir, no como un derecho abstracto.
En este marco, la justicia social no
es un lujo ni una utopía, sino la base de una sociedad verdaderamente libre.
Cuando se habla de libertad sin
mencionar la justicia social, se corre el riesgo de defender privilegios
disfrazados de derechos. La libertad de empresa, por ejemplo, no puede estar
por encima del derecho a una vida digna. La libertad de expresión no puede
justificar discursos de odio que perpetúan exclusiones.
La izquierda no niega la libertad; la
redefine. La convierte en algo concreto: la posibilidad de vivir sin miedo, sin
hambre, sin discriminación.
La diferencia entre derecha e
izquierda no está solo en políticas económicas o discursos ideológicos. Está en
la visión de sociedad que cada una propone. La derecha defiende una libertad
formal, que perpetúa desigualdades. La izquierda lucha por una
libertad material, que solo es posible si se garantiza la justicia social.
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