Gaza: El grito silenciado de un pueblo exterminado
No se trata de religión. No se trata de ideología. Se trata de humanidad. Y lo que está ocurriendo en Gaza y Palestina no puede seguir siendo envuelto en eufemismos diplomáticos ni en el lenguaje tibio de la geopolítica. Es genocidio. Es terrorismo de Estado. Es la sistemática destrucción de un pueblo ante los ojos del mundo entero.
Desde octubre de 2023, miles de palestinos han sido
asesinados por las fuerzas israelíes. Entre ellos, miles de niños, periodistas,
médicos, ancianos. No son daños colaterales. Son víctimas de una política
deliberada que ha convertido el hambre en arma de guerra. La ONU ha declarado
oficialmente la existencia de hambruna en Gaza, una tragedia provocada por el
bloqueo israelí que impide el acceso a alimentos, medicinas y agua. Más del 95%
de la población no tiene ingresos para adquirir los escasos productos
disponibles.
Los hospitales están colapsados. Las infraestructuras
destruidas. Las familias sobreviven entre ruinas, esperando ayuda humanitaria
que no llega, mientras los bombardeos continúan. Y todo esto ocurre mientras el
Estado de Israel intenta blanquear sus crímenes a través del deporte, la
diplomacia y la propaganda.
Este no es un conflicto. Es una masacre. Es una limpieza
étnica. Es la negación absoluta del derecho a existir de un pueblo. Y ante esta
barbarie, el silencio internacional es cómplice. Las relaciones diplomáticas,
comerciales y militares con Israel deben cesar. No se puede negociar con quien
bombardea hospitales. No se puede estrechar la mano de quien asesina niños y
niñas matándolos de hambre.
Diferentes personalidades
de la cultura de nuestro país han
exigido públicamente que el gobierno español rompa relaciones con Israel. La
sociedad civil se moviliza, desde caceroladas hasta flotillas humanitarias que
desafían el bloqueo. Pero no basta. Es hora de que los Estados actúen. Es hora
de que la Corte Penal Internacional deje de mirar hacia otro lado. Es hora de
que la humanidad se levante.
Porque si el mundo no se detiene ante el genocidio en Gaza,
¿qué nos queda? ¿Qué valor tiene entonces la palabra “derechos humanos”? ¿Qué
sentido tiene hablar de justicia?
Romper relaciones con un Estado genocida no es radicalismo.
Es decencia. Es ética. Es el mínimo que se espera de cualquier gobierno que se
diga democrático y defensor de la paz.
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