ES EL CAPITALISMO; ESTUPIDO
¡Es el capitalismo, estúpido!.
Esa frase, ya icónica y utilizada como
argumento de huida por los defensores de las desigualdades, es una variación de
la famosa expresión "Es la economía, estúpido", utilizada en la
campaña de Bill Clinton en 1992 para resaltar la importancia de la economía en
las elecciones. Así que me viene al pelo
para exponer una visión y una necesidad: el capitalismo hegemónico, no sólo en
lo económico, y la necesidad de reaccionar críticamente para, en lo posible,
recuperar la esperanza en que otro mundo pueda ser posible.
El filósofo británico Mark Fisher
desarrollo una de las críticas más contundentes a la ideología dominante del
capitalismo y a su enfoque y teoría me sumo a través de un término que el
popularizó: el Realismo Capitalista. Esta teoría, resumida en ese término, representa
una de las críticas más contundentes a la ideología dominante del capitalismo
tardío. Su obra, Realismo Capitalista: ¿No hay alternativa?*, publicada en
2009, se ha convertido en un referente (cuya lectura sugiero) para intentar
comprender la manera en que el sistema económico actual permea nuestras
percepciones, limitando la imaginación política y social.
Mark Fisher define el Realismo
Capitalista como la idea profundamente arraigada de que el capitalismo no solo
es el sistema económico más viable, sino el único posible. Este pensamiento se
refuerza constantemente a través de la cultura, los medios de comunicación y la
educación, creando una sensación de inevitabilidad sobre la permanencia del
capitalismo, dificultando la concepción de alternativas viables. Las utopías han
pasado a ser quimeras.
Este concepto se apoya en la conocida
frase del teórico Fredric Jameson, quien afirmaba que "es más fácil
imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo", destacando el
impacto psicológico de esta ideología dominante.
Para Fisher, el realismo capitalista
no solo es un fenómeno económico, sino también cultural y psicológico. La
mercantilización de la vida cotidiana, la precarización laboral y la
atomización de las relaciones humanas han generado un profundo malestar en la
sociedad. Sin embargo, el capitalismo logra adaptar ese malestar para
fortalecer su propia lógica, medicalizando el estrés y la ansiedad en lugar de
abordar sus causas estructurales.
El autor también explora cómo la
cultura popular, particularmente la música y el cine, reflejan y refuerzan el
realismo capitalista. La nostalgia y la falta de innovación en el arte
contemporáneo son síntomas de una sociedad atrapada en una estructura económica
que dificulta la creación de nuevos imaginarios. Lo que antes suponía un sueño
pero que con el paso del tiempo pudo realizarse (el sufragio universal, por
ejemplo) se ha convertido en la única realidad posible, sin atisbo más que de
supervivencia.
Si bien el realismo capitalista
plantea un panorama desalentador, Fisher no renuncia a la posibilidad de
cambio. Para él (planteamiento que comparto) es fundamental recuperar la
capacidad de imaginar alternativas, rompiendo con la idea de que no hay
escapatoria del capitalismo. La lucha política, el pensamiento crítico y la
exploración de modelos económicos distintos son pasos clave para enfrentar esta
ideología dominante.
El legado de Fisher continúa vigente,
siendo una referencia crucial en los debates sobre poscapitalismo y resistencia
cultural. Su obra invita a una reflexión profunda sobre la manera en que el
capitalismo condiciona nuestra percepción de la realidad, y cómo podemos
desafiarlo para construir futuros distintos, empezando por nuestras propias
vidas en la sociedad de consumo en la que nos obligan a vivir, cuestión que
desarrollaré asumiendo los postulados de otro de mis autores de referencia: Jean
Baudrillart y su libro, publicado en la década de los setenta del pasado siglo,
pero de aterradora actualidad.
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