LA NECEDAD DE LA IGNORANCIA

Hace unos pocos años, el analfabetismo junto a la limitación en el acceso a la información, era el contexto en el que la sociedad se movía. Solo accedían a la formación y la información los de cómoda cuna. La ignorancia era una imposición social y política, pero la situación ha cambiado. Vivimos tiempos donde la información fluye como un río incontenible. Con un solo clic, podemos acceder a un vasto universo de datos, análisis y perspectivas. Sin embargo, paradójicamente, esta era de hiper información también ha traído consigo una nueva forma de ignorancia: una que no nace de la falta de conocimiento, sino de la incapacidad o la negativa de aprender.

La ignorancia ya no puede entenderse únicamente como una ausencia de información. En la sociedad actual, muchas veces está marcada por la saturación de contenidos superficiales y la falta de discernimiento crítico. La sobreexposición a noticias falsas, algoritmos que priorizan el entretenimiento por encima del rigor, y la propagación de discursos simplificados han contribuido a una desconexión entre lo que sabemos y lo que comprendemos realmente.

Por otro lado, la ignorancia puede ser también una elección. Hay quienes, por comodidad o resistencia al cambio, rechazan activamente la oportunidad de aprender algo nuevo o cuestionar sus propias creencias. Esta forma de necedad, quizás más dañina que la falta de acceso a la información, se convierte en un obstáculo al progreso colectivo.

Ante este panorama, la solución no está en simplemente acumular más datos, sino en fomentar una educación que promueva el pensamiento crítico, la curiosidad genuina y la capacidad de filtrar la información útil de la desechable. Una sociedad que valore la reflexión por encima de la mera repetición tiene más herramientas para combatir la ignorancia, tanto individual como colectiva.

El desafío de la ignorancia en la era de la hiper información no recae solo en los individuos, sino en las estructuras sociales, medios de comunicación y sistemas educativos. Si logramos construir un entorno donde aprender sea accesible y atractivo, quizá podamos transformar esta época de ruido en una era de verdadero conocimiento, y de esta manera ser un poco más libres.

Ser una víctima útil no es necesariamente una elección consciente. A menudo, se trata de un estado de conformidad, donde el individuo se resigna a las narrativas impuestas por los poderosos y vive dentro de los límites que les son convenientes. Este rol puede ofrecer cierta comodidad: reglas claras, dirección definida y la ilusión de pertenecer a un propósito mayor.

Optar por la verdadera libertad significa asumir el control de tus decisiones y cuestionar las normas establecidas. Es un camino que demanda valentía, sacrificio y la capacidad de afrontar la incertidumbre. La verdadera libertad no solo significa liberarse del control de los poderosos, sino también de las cadenas de la ignorancia y el conformismo. Implica construir una identidad propia y luchar por principios que trascienden los intereses impuestos.

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