POSTUREO PSEUDOLITICO.

 La vehemencia con la que la derecha está atacando la futura Ley de anmistía, no se corresponde, ni con la realidad institucional de nuestro sistema democrático, ni con la deseable responsabilidad exigible en los dirigentes políticos. Evidentemente, se puede estar en contra de esa futura ley, pero de ahí, a decir que España se rompe ( siguiendo el argumentario instituido por el “Señor de las armas de destrucción masiva”) o que crea desigualdades, o el más catastrófico del “ se acaba con la democracia”, dista mucho de la realidad y, sobre todo, crea cada día más dudas sobre la responsabilidad con lo que se dice falsamente defender: la Constitución y la democracia.

Con toda seguridad, la constitución del ejecutivo irá acompañada de una proposición de Ley al ser una condición del independentismo que se presente la propuesta antes de la constitución del ejecutivo. Pero la proposición de Ley deberá debatirse, en primer lugar, en el Parlamento previo paso por las comisiones correspondientes donde los grupos parlamentarios pueden presentar las enmiendas que consideren. Tras ésto, el proyecto debe ser votado, junto a las enmiendas, en el Congreso, pasando posteriormente al Senado donde, recordemos, tiene mayoría el PP, que además ha registrado ya una propuesta de reforma del reglamento, con lo que los plazos podrían ampliarse.

Tras el paso por el Senado, el proyecto de ley vuelve al Congreso para su aprobación definitiva, que no propiciaría su entrada en vigor si el Tribunal Constitucional admite los recursos de inconstitucionalidad que van a presentarse por diferentes partes ( El TC señala en su web que “el planteamiento de la cuestión de incostitucionalidad determina la suspensión provisional de las actuaciones en el proceso judicial hasta que el TC se pronuncie sobre su admisión y, si ésta es admitida, hasta que se resuelva la cuestión...). Entonces, ¿porque tanto postureo y teatralización?.

Los contrapesos de la democracia española son eficientes, aunque la derecha no parece estar demasiado convencida. ¿Por qué digo esto?. Sencillamente porque la renovación realizada en el constitucional parece que no “beneficia” los intereses de la derecha que aglutina en el Consejo General a sus jueces acólitos. Sencillamente por esto, y por seguir enrareciendo más el ambiente político y social con falsedades como las del “vencedor” al que no le dejan gobernar (¡que nuestro sistema es parlamentario, no presidencialista!).

De los ultras, que han salido en tropel a las calles a defender...”la dictadura”, que no la democracia, nada que decir. Únicamente que la permeabilidad de la sociedad a mensajes reaccionarios no puede ser infinita y ha de plantarse, pues la exageración de los argumentos nada tienen que ver con la realidad de un país democrático, algo que en el fondo combaten, cual “quinta columna” ,desde las instituciones benevolentemente democráticas, pues para suerte de todos, incluso de ellos, la democracia permite y tolera sus ideas reaccionarias y antidemocráticas, siempre en el marco de la ley y, yo diría más: desde el respeto a la inteligencia.

La cuestión es si las buenas gentes que creen que la patria se rompe, de verdad lo creen o simplemente son víctimas de una enorme mentira alimentada por la derecha y sus hermanos ultras, eficientemente acompañados por unos medios de comunicación afines. La cuestión es si estamos dispuestos a leer, informarnos y atender a argumentos que no se ajusten a esos patrióticos deseos para, en definitiva, sentir que sí, que vivimos en una democracia que, aunque mejorable, funciona eficientemente bien y tiene los instrumentos necesarios para impedir que nadie atente contra los valores fundamentales que, recuerdo, son la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político.

Salir a la calle a mostrar y demostrar que no se está de acuerdo con una decisión gubernamental es legítimo y democrático. Pero salir a la calle a defender el autoritarismo frente a la democracia, con métodos cuasi fascistoides, no.

La democracia, sin tolerancia, se convierte en el caldo de cultivo de los extremismos más peligrosos, y de eso, aunque las nuevas generaciones no lo hayan vivido, otros si tienen un dramático recuerdo del que deberíamos haber aprendido algo.


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