BUCLE INSTITUCIONAL IRRESOLUTO
El actual jefe del Estado se estrenó con las primeras elecciones que tuvieron que ser repetidas al ser imposible investir a un presidente tras los comicios de 2015. El resultado de las elecciones, por primera vez y pese a que la legislación electoral era prácticamente la misma desde la recuperación de la democracia tras la dictadura, fue el más plural o también calificado como el mas “fracturado” por tener todavía como referencia las investiduras que el “bipartidismo imperfecto” había propiciado hasta 2015.
Pese a que la legislación electoral no había sufrido modificaciones significativas( al menos en lo referente a cuestiones como las circunscripciones electorales y, por supuesto, la investidura) en 2019 volvió a ocurrir: la investidura no fue posible y fue necesario repetir elecciones. Y en esas, nos plantamos en 2023.
Los resultados de julio no han sido tan diferentes cuantitativamente a los de las elecciones de 2015 o 2019 si atendemos a la “fractura” o pluralidad del parlamento. Lo que sí ha sido idéntico ha sido el discurso de la derecha: ¡debe ser investido y, por lo tanto formar gobierno, el más votado! (ha vociferando a diestro y siniestro el precario líder del PP tras haber fracasado en su plebiscito revocatorio). Pero, más allá de las falacias sobre el “más votado” y la ignorancia de los que, interesadamente, quieren confundir a la sociedad sobre quien ha ganado y quién debe gobernar en un sistema parlamentario ( parlamentario, que no presidencialista), lo que resiste todavía y a pesar del bucle repetitivo de elecciones en el que hemos entrado desde ese histórico 2015 ( por la pluralidad en la representación que impuso un electorado cansado del bipartidismo imperfecto) es el bloqueo en la designación de Presidente por la Cortes españolas, primer y necesario paso para que la legislatura empiece a andar.
Después de 2015 y tras la “traumática” investidura de 2016 ( para el PSOE, que atravesó su más grave crisis quizá desde el referéndum de la OTAN), el PP y su presidente no solucionaron la cuestión, quizá pensando que lo que había ocurrido era algo pasajero. Pero la evidencia nos dice que no lo fue. Y tras la repetición electoral de 2019, el Presidente Sánchez tampoco consideró una urgencia reformar el artículo 99.1 de la constitución ( al que únicamente se le debía añadir el plural en la propuesta del Jefe del Estado tras las pertinentes consultas a los grupos con representación) o el reglamento del Congreso, para introducir un sistema similar al Asturiano, el Vasco (donde la legislación electoral permite varios candidatos a la presidencia en la primera sesión pero no votar en contra en la segunda) o incluso el Castellano Manchego, donde, al igual que en los Ayuntamientos, si no se reúne en primera votación una mayoría absoluta, es investido o investida el candidato o candidata con más votos.
Lo que parece claro es que herramientas contra el bloqueo institucional, “haberlas, ahílas”. Lo que falta es, quizá, una decisión política para resolver un problema que no parece que el tiempo y las elecciones por sí mismas puedan solucionar. Las mayorías absolutas, en mi opinión, han sido afortunadamente superadas por el voto de una ciudadanía que ha expresado en las urnas lo que es la España de hoy: plural y diversa. Por lo tanto, y ante el riesgo que un bucle repetitivo puede suponer para la salud de la democracia en nuestro país, cabría esperar de nuestros próceres una solución y menos discursos sobre el “ganador” y los derechos inventados.
La otra cuestión es la gobernabilidad, pues con la investidura “sólo” se llega a la presidencia y se forma gobierno, porque las grandes decisiones, como por ejemplo el Presupuesto, es ya otro cantar.
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