TRANSVERSALIDAD.
El lenguaje está vivo y, por consiguiente, incorpora palabras que se utilizan de forma recurrente, en demasiadas ocasiones para “rellenar” discursos en los que, al final, aparentemente no se dice mucho, aunque en mi opinión no es así. Soy un ferviente defensor de la transversalidad, pero sin ambigüedades “generalistas”.
Por ejemplo, decir que las políticas de salud son transversales a derecha o izquierda cumple a la perfección el paradigma neoliberal de indiferenciación política e ideológica que se ha impuesto a lo largo de décadas. No, no es lo mismo. No es igual apostar por la sanidad pública o por un sistema público de pensiones basado en la solidaridad ( y no en el individualismo), o por un tejido productivo que incida en la sostenibilidad, que encomendarse a la iniciativa privada como proveedor efectivo y “justo” de los recursos: esto sigue el principio del “sálvese el que pueda”, principio sobre el que se basa el individualismo libertario neoliberal.
Pero, ¿en el ámbito municipal es posible diferenciar a derecha e izquierda?. Si nos fijamos en la realidad; si analizamos los hechos, las políticas (más allá del simbolismo hacia un lado u otro), que el actual gobierno realiza con las que realizó el anterior, quizá podríamos concluir que no: que no hay diferencias sustanciales. Pero me gustaría insistir en la teoría de la imposición: ese ha sido el objetivo de la despolitización que el neoliberalismo ha perseguido ( y en gran parte conseguido, al insertarlo con efectividad en el imaginario colectivo) desde el “fin de las ideologías ( D.Bell, F. Fukuyama, etc).
Si no creyese que hay un espacio para la política, comprometido con los valores de justicia social, igualdad o solidaridad, con toda seguridad, o no estaría afiliado a un partido socialdemócrata o lo estaría en alguno de los que defienden la transversalidad como principal argumento.
¿El neoliberalismo ha ido venciendo ( con altibajos) la batalla de las ideas?. Parece que si. Apropiándose de la supuesta practicidad y eficacia de sus políticas, ha dejado a la izquierda un relato de resistencia en el que la actitud de rendición se manifiesta con otro paradigma: “el interés general”. Pero, ¿Cómo va a tener el mismo interés una familia de clase trabajadora en apoyar una política de becas local para estudiantes, o un programa de primer empleo, o ventajas fiscales en el uso de determinados servicios que una familia de clase media alta con recursos suficientes?. Evidentemente a todos nos interesa que las calles estén asfaltadas, que haya iluminación, que las aceras sean transitables o que haya actos lúdicos, culturales o deportivos. Pero eso lo hace, y de hecho lo han hecho todos, sin distinción en su “color” político. Pero si hablamos de redistribuir a través de apoyo, directo o indirecto, a los sectores que lo necesitan, la política sí tiene líneas que distinguen entre opciones políticas de derechas o de izquierdas.
Se dice, se habla, que la derecha gestiona mejor. ¿Seguro?. Si nos fijamos en concreto en nuestro municipio, los números de la eficiencia no salen, sino que hay suficientes argumentos para argumentar su ineficacia. La derecha cree que la administración, directamente, debe ser un mero intermediario de servicios pero, pongamos ejemplo concretos.
El actual gobierno de coalición ( de derechas), considera que sólo a través de la contratación de empresas privadas la gestión será más eficiente. La izquierda, en la mayoría de los casos “acepta o acata” este paradigma, fijándose sólo en el servicio como una política finalista, olvidando que en el proceso se pueden buscar elementos redistributivos. La derecha usa las herramientas legales y técnicas a su disposición para darle forma a sus propuestas, y la izquierda se olvida de reivindicar y exigir alternativas. La piscina municipal es un ejemplo concreto. Para gestionar un recurso público, financiado con fondos cien por cien públicos, se opta unilateral y de forma excluyente, por la gestión privada. Esto, ¿a quien beneficia?, ¿a los usuarios, a los trabajadores y trabajadoras que prestan ese servicio?, ¿seguro que no hay otros instrumentos para que, a través de éste servicio se beneficien, por un lado los que menos recursos tienen y por otro, un cierto empleo local?
Y ahora que estamos en vísperas de días festivos, se reivindica igualmente una figura del “bono de consumo”, sin más exigencia que la del empadronamiento. Esta es una política similar al “bono bebe” que lanzó el Presidente J.LR Zapatero: ¿para todos, sin distinción?. Las posibilidades de consumo no son las mismas para todos y, por consiguiente, el bono debería, como mínimo, estar escalonado por franjas salariales ( como mínimo). Y así todo.
Creo que la izquierda, en el ámbito local, debería reflexionar sobre si, únicamente quiere ser un recambio, o quiere suponer un verdadero cambio de paradigma. La democracia , el empoderamiento de los más necesitados a través de la política, la igualdad de oportunidades efectiva y no basada en una falsa igualdad, cuando se parte de posiciones socioeconómicas claramente diferentes, son los mimbres de la política progresista, y deberían formar parte del necesario debate que debe producirse en la izquierda. Combinar y equilibrar lo simbólico ( que es importante, no cabe duda), con políticas efectivas de redistribución directa e indirecta a través de la provisión de bienes y servicios es una frontera que, o se rompe, o simplemente dará igual que siglas y principios retóricos se diga defender.
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