CONVIVENCIA Y VEHEMENCIA
Uno de los supuestos de la teoría del voto retrospectivo es que los y las votantes evalúan a los partidos por sus políticas, asignando responsabilidades. Esta cuestión, en un gobierno compartido entre dos o más actores, provoca una necesidad que, tarde o temprano expresan con mayor o menor vehemencia, pero siempre de forma pública en el marco de ese relato partidario que se siente la necesidad de construir al margen de las políticas compartidas. La situación que se produce en el gobierno de coalición entre PSOE y Unidas Podemos se corresponde a ésta necesidad, pero a este factor se suma otro que en mi opinión es más preocupante y que atañe a esa izquierda que se reclama como “heredera” de las verdades absolutas y de la superioridad moral que confiere un saber incuestionable.
Coincido con lo que afirma G.Sartori sobre el “ideologismo” (que no sobre la necesaria ideología como compendio de ideas, valores y principios): “Con el crecimiento de la comunicación de masas también ha aumentado el bombardeo de los epítetos: una guerra de palabras entre “nombres nobles, nombres apreciativos que el ideólogo se atribuye a sí miso, y los “nombres innobles descalificatorios y peyorativos que el ideólogo endosa a sus adversarios. Lo malo es que para el ideólogo el epíteto exime del razonamiento y lo sustituye.”. A lo largo de éstos días, los “ideólogos” han resuelto quienes son de izquierdas y quienes no. Y esto me retrotrae a otras épocas donde esos epítetos eran más elegantes y cultos: revisionistas (nos llamaban los puros de corazón).
Sobre la discusión sobre si derogar o reformar se puede ( y se debe) debatir todo lo que sea necesario, pero en mi opinión, en primer lugar teniendo claro cual es el contexto, los actores que deben intervenir y otra cuestión que considero importante: los departamentos, los ministerios o las concejalias no son reinos de taifas aisladas del gobierno al que pertenecen donde el o la responsable es “plenipotenciaria”, pues están inevitablemente atravesados por intereses que afectan a diferentes niveles del gobierno.
Y sobre los ideólogos que, fruto de la sondeocracia ven nuevamente la posibilidad de arrinconar a los históricos adversarios de la izquierda ( por revisionistas, y ahora por traidores) con la figura emergente de una ministra, simplemente decirles que en la izquierda nos necesitamos todos a todos y que la derrota del socio-adversario únicamente beneficia la derrota del gobierno progresista. Por ésto, creo sinceramente que la sangre no llegará al rio, confiando en que el carácter pragmático e institucional se impondrá a la vehemencia ideológica.
Y por último una cuestión. La democracia es un terreno lleno de inseguridades y contingencias pero es la mejor forma de resolver colectivamente el conflicto inherente a una sociedad diversa y plural, social e ideológicamente. Pero también es un sistema “temporal”, o lo que es lo mismo: afortunadamente los gobiernos son elegidos a través de elecciones periódicas y, por lo tanto, los cambios están en mano de los y las ciudadanos y ciudadanas. La responsabilidad de dar continuidad en el tiempo a los principales ejes que conformen una legislación laboral no puede sustentarse en mayorías coyunturales pues nos encontraríamos ( en las políticas que son verdaderos “pilares” del estado social, democrático y de derecho) con un verdadero “baile de la Yenka”: un paso hacia delante (aprobación de leyes con mayorías coyunturales) y otro hacia atrás ( revocaciones por cambios de gobierno). Desde la lógica democrática de la alternancia política, lo deseable son acuerdos donde intervengan la totalidad de actores sociales y políticos involucrados, afectados o interesados que puedan darle continuidad temporal a los principales ejes de las políticas que afectan a la mayoría de la sociedad, principalmente las que se refieren a derechos sociales y socioeconómicos que sustentan nuestro débil pero cada vez más necesario estado del Bienestar.
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