A LOS Y LAS SOCIALISTAS DE L'ALACANTI.

¿Pensabais que escribiría algo sobre Murcia o Madrid, verdad?. Pues no. He decidido meterme en el barro del socialismo en la Comarca de L'Alacanti, donde en algunos municipios, tras perder el gobierno en la década de los noventa, no se ha vuelto a tener influencia, pero de verdad, no como ocurrió en El Campello donde se fue para de una coalición perdedora desde prácticamente el día después de la investidura.
En Alicante, la larga sombra de Ángel Franco sigue planeando de forma "siniestra"; en Sant Vicent, la no menos alargada de Gadea sigue ocupando y preocupando a muchos y muchas, no por que sea más o menos perturbadora o perniciosa, sino porque descoloca y no se sabe muy bien en qué sector alinearse si se tienen ambiciones políticas. En El Campello el marasmo sigue dividiendo a una agrupación sin proyecto ni perspectivas y en Mutxamel pese al bien resultado obtenido en las elecciones del 19, la relevancia no parece ser una prioridad. En mi opinión, la insula es San Joan, donde pese a las diferencias y debates, han habido gobiernos presididos por socialistas después del siempre poco reconocido Paco Seva, que tendría sus cosas el compañero, pero negar su papel en situar al PSOE sanjuanero como opción de gobierno es un ejercicio, como mínimo de estulticia política.
La responsabilidad parece que queramos colocarla o delegar la  en los nombres de los de siempre (Gadea, Franco o Vaello) pero los y las verdaderos y verdaderas responsables son (somos) los y las afiliados y afiliadas sin olvidar a los votantes que, pese a todo, siguen dando su voto a la etiqueta sin asumir ningún otro compromiso. A nivel interno, el seguidismo se concreta en apoyar a uno u otro en las periódicas disputas por la secretaria general, en mi opinión, sin reflexionar con la seriedad que requiere poseer un carnet con la carga política, ideológica e histórica como la que tiene el del PSOE.
Somos un partido de cargos, donde la afiliación, al igual que ocurre en la sociedad ( no somos diferentes de los que queremos representar ) se atrinchera en los endogrupos enfrentados sin que existan soluciones transversales que rompan la perversa dinámica de bloques. La meritocracia, al igual que ocurre en nuestra sociedad no es un valor, sino al contrario: se convierte en un riesgo. ¿Porqué?. Porqué la inteligencia permite cuestionar ,e impide ese ciego seguidismo, con lo que los que piensan por si mismos se convierten, o en un peligro o simplemente en figuras testimoniales y poco o nada importantes. Pero lo que cuentan son los votos y no las razones, por lo tanto, sigamos ensimismados cómodamente en nuestra irrelevancia que, por lo menos, proporciona cómodos cargos a los que si juegan ( y muy bien, además) a alinearse junto a los que están de moda y alinear seguidores acriticos cuyo objetivo no es mejorar la vida política, sino impedir que el adversario ( cuando no el enemigo) pueda lograr nada.
La militancia crítica es la única solución para iniciar la reconstrucción . Esa que no mira la referencia grupal sino los argumentos, las ideas y los valores, no ya en su actividad partidaria sino en su vida. Todo lo contrario, será seguir vaciando de contenido real y contentarnos ( como no) con lo simbólico que pueda, todavía, resarcirnos con nosotros mismo en nuestra miserable militancia. De momento, yo me conformo con calmar mi alma socialdemócrata, eso sí, opinando libremente, porque mis ambiciones son inexistentes y no tengo deudas políticas con nadie ni ganas de atrincherarme en posiciones reduccionistas junto a algún mediocre, simplemente porque diga que es correligionario de un sector u otro.
Y como no quiero que la bilis llegue al río, quiero terminar con una actitud positiva. Sentémonos, hablemos, dialoguemos y acordemos que hacer. Después ya diremos quien o quienes son los y las mejores o más preparados o preparadas. Reconozcamos nuestras limitaciones y hagamos los ejercicios de contrición que sean necesarios para volver a ser mínimamente creíbles. Es cierto que el escenario no acompaña, pero el carnet que llevamos en la cartera es algo más que un símbolo; es un compromiso.

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