A MIS COMPAÑEROS Y COMPAÑERAS

     Por datar el inicio del proceso degenerativo en el que hoy se encuentra el socialismo Campellero, pongamos una fecha: 1995. En esa convocatoria electoral se pierden diez puntos de apoyo social ( del 45,3 en 1991 al 35,4 en 1995). Y a partir de ahí, el devenir del PSOE en El Campello está marcado por partida doble: perdida electoral constante y perdida de militancia. Y pese a esa regresión en apoyo electoral y social, en ningún momento se abrió un proceso sensato donde, a través del análisis político y electoral, se estableciesen las herramientas necesarias para seguir manteniendo al PSOE como alternativa de gobierno. Simplemente se instauró ese sentimiento de resistencia y resignación que, gracias a una parte ( cada vez más pequeña) del electorado ha permitido a los y las socialistas Campelleros sobrevivir.

    La marca electoral ha sufrido altibajos, siendo en nuestro municipio más significativos los “bajos” que los “alti”, algo que si examinamos los números podemos ver, más allá de las opiniones o creencias personales que mantengamos respecto a ese endogrupo (también podríamos llamarle sensibilidad, sector o facción) en el que supuestamente nos encuadremos cada cual.

    Por regla general, el análisis que se suele realizar en política municipal suele estar marcado y condicionado por diferentes sesgos, casi todos ellos al margen de ese necesario estudio de los datos y hechos que podría conducirnos a un conocimiento más exacto del qué y el porqué. Principalmente ,el sesgo de confirmación, a través del que se busca en los datos la justificación a las expectativas u opiniones, para reforzar ( pese a debilitarlas en realidad) una opinión o posición interesada. Podríamos hablar igualmente de la correlación ilusoria, todo ello correspondiente a una meta: abordar la realidad desde el objetivo de preservar el estatu quo. Y esa ausencia de análisis ha condicionado la vida orgánica de la nonagenaria Agrupación Socialista de El Campello ( nonagenaria porque en abril de éste año se cumplieron 90 años desde que en 1930 se crease por primera vez en nuestro municipio) hasta el punto de llevarla, cíclicamente, hasta una posición de práctica irrelevancia política y social.

    Lo que ocurrió en 2019, previamente a las elecciones municipales ( pero que venía arrastrándose desde la elección de la anterior dirección) fue un síntoma de una evidente metástasis que, por lo que parece, no se vio como tal, sino simplemente como la contraposición de supuestos proyectos. Y lo absurdo (en mi caso personal) es que participé en parte del teatro de una democracia interna claramente instrumental que únicamente perseguía la imposición de un sector sobre otro, sin voluntad ni intención de que la inclusión favoreciese la normalización de la “anormal” vida interna de la Agrupación.

    Ahora, tras el fallido intento de octubre de 2019, se vuelve a desandar el camino para intentar ( recalco lo de intentar, pero sin demasiada convicción) elegir una dirección que normalice la convulsa vida orgánica y política del PSOE Campellero. Pero la existencia de posiciones, tácita y explícitamente irreconciliables, condicionan el proceso a una simple medición de fuerzas entre esos endogrupos existentes en el seno de la agrupación. Los y las afiliados y afiliadas (reducidos a la mínima expresión), tienen que volver a posicionarse pero, ¿en función de qué?, ¿de afinidades personales o en función de proyecto políticos?. Las afinidades personales, como actitudes subjetivas, , evidentemente condicionan pero, ¿hasta el punto de convertirse en una paradoja, donde el o la afiliado o afiliada no ve más allá de la confrontación personal, confundiéndola con debate político?.

    La cuestión que se pretende dilucidar a finales de septiembre no es mera matemática; no es si un grupo tiene dos, tres o cuatro apoyos más que el otro ( lo que le conferiría la legalidad estatutaria de dirigir la agrupación), sino la legitimidad. Y éste concepto engloba cuestiones colectivas, más allá de las meramente estatutarias ( importantes, pero no definitivas en la vida democrática de una organización política municipal), como son la inclusión, el diálogo y el acuerdo. Ese es el concepto de democracia en el que creo y, llamadme ingenuo, pero igualmente creo que el esfuerzo que todos y todas tenemos que hacer, o va encaminado hacia ese lugar central donde las posiciones e intereses personales pasan a un segundo plano en beneficio del acuerdo, o estamos condenados a una especie de bucle de autodestrucción en el que vencedores y vencidos perderemos por igual.

    O los candidatos y candidatas exponen sus propuestas a toda la afiliación ( sin cenáculos conspiratorios); o los candidatos y candidatas piensan más allá ( en la gente, en los y las votantes presentes y futuros); o los candidatos y candidatas acuerdan e integran propuestas y personas, o personalmente me inhibiré en ésta ocasión porque uno ya está de vuelta de demasiadas guerras fraticidas que no llevan a ninguna parte, aunque se ganen.

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