LA AGENDA, LA ORGANIZACIÓN Y LA NUEVA REALIDAD.


Puede o no ser un elemento ficticio, pero es importante pensar que el gobierno municipal tiene una agenda política como una “lista de asuntos” que pretende abordar. Evidentemente, en el contexto de un gobierno de coalición y una investidura sustentada por tres socios, la agenda, inevitablemente debe contener “lineas” aportadas por los grupos que en su día dieron su apoyo a la investidura del actual Alcalde.
La elaboración de un presupuesto municipal para actualizar los datos económicos ( el anterior databa de 2014) era, con toda seguridad un punto de la agenda. Tendríamos que someter al documento presupuestario a una minuciosa lectura para asignar a cada grupo su aportación, pero como eso es un trabajo casi de alquimia política, nos limitaremos a entender que, en las áreas políticas de influencia de cada grupo político, los presupuestos y partidas forman parte de la agenda compartida. Así tendremos dos agendas: las de las concejalías del PP y las de Ciudadanos. ¿Me olvido de algo?. No, no lo hago: en la hipotética agenda diseñada en el Presupuesto, el tercer socio de investidura, no juega. Simplemente porque no gestiona, insista cuanto insista.
Pero la agenda política ( que el actual Alcalde definió como fruto de la “coincidencia” programática de los grupos que le invistieron, y por lo tanto, era innecesario documento alguno que resumiese las prioridades de cada cual...) ha cambiado; se ha modificado a causa de la crisis sanitaria y el hundimiento de nuestro principal sector económico. Entiendo que algunos asuntos, que podríamos considerar transversales, siguen ocupando un lugar en esa hipotética agenda ( nuevo cementerio, Plan General de Ordenación Urbana, ampliación de centro de salud, etc) y siguen su camino administrativo, pero sobre la mesa han saltado problemas que, pese a existir, se han convertido en verdaderas prioridades: desempleo, cierre de establecimientos, adecuación de centros educativos para el nuevo curso, etc. Pero creo que hay uno que sobresale de los demás por su centralidad: la adecuación de la administración local a la nueva situación y, por supuesto, a las nuevas prioridades. Porque, ¿está preparada la administración para asumir el reto de ser un instrumento útil para la resolución de problemas; para tomar la iniciativa ante una situación nunca vista?. Y no me refiero a un organigrama más o menos “organizado”, sino al establecimiento de protocolos de gestión que sean eficaces y eficientes.
El problema que se ha puesto de manifiesto en el servicio de la Policía Local, saca de la latencia, como la punta de un iceberg, una de las innumerables carencias que nuestra administración sufre. Pero, evidentemente creo que no es el único.
Más desde una posición política que de gestión, nuestra administración ha solicitado, a través de un acuerdo plenario, “cogestionar” cuestiones como la de los fondos de reconstrucción Europeos, el ingreso mínimo vital y, por supuesto, el superavit generado tras años de “ahorro”. La pregunta sigue siendo, ¿está preparada nuestra administración local para asumir esos retos?. Creo que la pertinencia de ésta cuestión es clave, pues de lo contrario nos encontraríamos ante un escenario donde, en palabras de Victor Lapuente, la predominancia de “chamanes” condicionaría cualquier iniciativa y la convertiría en una mayor retórica burocrática.
El municipalismo es, por así decirlo, la pared maestra de nuestro sistema democrático y por ese motivo el análisis sobre cual es el modelo a seguir debe iniciarse con la evaluación del modelo que se tiene. De nada sirven los anuncios ni las declaraciones si realmente la maquinaria administrativa no está lo suficientemente engrasada, encontrándonos con que la paradoja del dicho popular de “las cosas de palacio van despacio”, es un condicionante para la emergencia y la urgencia con la que, en los nuevos y atribulados tiempos que vivimos, se tienen que tomar e implementar decisiones claves y estratégicas, no para el futuro, sino para el presente más inmediato.
Denhardt y Denhardt, (Nuevo Servicio Público) en 2003 plantearon algunas líneas que pueden servir de orientación en cuanto a los objetivos de la reforma de la administración, pero la cuestión es claramente ideológica: o se reconoce que la mercantilización en las relaciones administración-ciudadanía han desagregado a la sociedad, convirtiéndola,( en palabras de F. Töunies) en una suma de asociaciones, o asumir que la gestión democrática debe mirar a la gente directamente como ciudadanos ( y no como consumidores) , con transparencia; sirviendo y no dirigiendo, o simplemente vamos a seguir profundizando la ya enorme brecha que existe entre la gente y su administración, la más cercana, pero no por ello la más eficaz.


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