LA LEGITIMIDAD.



Como soy así, voy a utilizar un pretexto para poder escribir sobre una de las cuestiones que últimamente más me interesan: la quiebra de la democracia. ¿Que la democracia no está en peligro?. Esa es una percepción muy subjetiva y a la vez interesada para quienes la cuestionan de forma tácita, aunque los resultados llegan en la mayoría de los casos tarde a la sufrida opinión pública.
La legalidad como principio, parece insuficiente cundo una parte de la sociedad cuestiona el resultado de unas elecciones y pone en tela de juicio, no sólo el funcionamiento de la democracia como herramienta, sino de las instituciones que la sustentan. Y en éste contexto, surge la palabra, el concepto que en mi opinión es clave: legitimidad.
¿Cual era el pretexto para escribir sobre la legitimidad?. La referencia del Portavoz parlamentario del PP a una obra reciente: Como mueren las democracias, dedos profesores norteamericanos de Harvard, Steven Levitsky y DanielZiblatt.
Nuestra democracia entró en riesgo por cuestiones exógenas ( crisis financiera global que profundizó la desconfianza social en las instituciones) y endógenas ( un sistema bipartidista donde la dificultad para distinguir alternativas llevaba al “todos iguales” y a una situación sin solución). Las causas exógenas, estaban (y están) aderezadas por la progresiva perdida de poder del modelo de Estado-nación en la “inmersión” de la globalización y la consiguiente cesión de soberanía en órganos supraestatales. Pero las causas endógenas no se han resuelto en su totalidad, evolucionando la polarización política, desde su primera convulsión hacia la extrema izquierda ( surgimiento de Podemos en 2014) hacia la actual situación, donde la tendencia es hacia el extremismo populista de derechas. Por lo tanto, y pese a que nuestra democracia ha ido consolidándose, (aunque de forma imperfecta ,como no podría ser de otra manera) los riesgos, en mi opiniión, se han trasladado de un extremo al otro. ¿Porqué?. La explicación creo que es, si no sencilla, si comprensible: el partido que negaba la legitimidad establecida, que afirmaba que nuestra democracia estaba secuestrada por las élites (casta), pese a mantener una cierta retórica simbólica en torno a un ideario difuso ( más por mantener la cohesión interna), forma parte del sistema, es gobierno (con lo que ello conlleva de aceptación de las reglas del juego).
Como decía el riesgo se ha volcado hacia el extremo contrario sin que el proceso de institucionalización ( entrada indirecta en gobiernos de coalición o apoyo a gobiernos de coalición de derechas) haya conseguido “institucionalizar” a esa extrema derecha, que no hay que ser demasiado avispado para ver que, en la actual situación de crisis, se ha “desmelenado”, más si cabe.
Pero volviendo al pretexto, el Sr. Portavoz del PP, al hacer referencia al trabajo literario de cómo fenecen las democracias, olvida algunas cuestiones que, evidentemente, no puede utilizar como argumento. Por ejemplo, que negó la legitimidad democrática a un gobierno sustentado por las urnas y el parlamento, osea, la ley. Que está aprovechando la inevitable improvisación y errores del gobierno para crear un clima de pánico y desconfianza con un discurso que, apelando al diálogo lo rechaza, utilizando calificativos que niega para sí mismo: socialcomunista (en el caso de los gobiernos de su partido con Ciudadanos o Vox, bien se podrían calificar de conservador extremista, como mínimo). En definitiva, se ha instalado en una alianza discursiva con los que, compitiéndoles una parte de su espacio electoral, deberían ser sus enemigos, porque lo son de la democracia.
Creo que si ha leído el libro, se ha saltado los capítulos donde se ponen en valor algunos de los “guarda raíles” éticos de la democracia: la tolerancia política, el autocontrol o la sensatez.
La heterogeneidad del gobierno (siguiendo la línea argumental del libro de referencia) supone o puede suponer una desactivación, en parte, del conflicto en una parte de la sociedad enfrentada desde casi 2011 (15M), pero la radicalización del principal partido de la oposición parlamentaria, está activando otro conflicto más peligroso: la confrontación “frentista”. El PP, de ser un partido “paraguas” para la democracia, ha pasado a querer ser la punta de lanza de la involución, eso sí, con el aplauso de una parte de la sociedad enfervorizada que, al tiempo que aplaude a los “héroes”, jalea a quienes tuvieron y tienen la intención de desmantelar lo público en  “beneficio”  de las ganancias privadas.

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