FRACTURA SOCIAL Y POLARIZACIÓN POLÍTICA


Quiero empezar éste texto afirmando que soy un firme creyente de que la polarización extrema y, si nada lo remedia, irreconciliable en nuestra sociedad, no solo fragmenta, sino que creo que se corre un peligroso riesgo que no parece percibirse: ruptura social.
En el contexto de la crisis sanitaria y la subsiguiente económica que se avecina, los gestos solidarios están acompañados de posiciones extremas y polarizadas, incentivadas y alimentadas por una “partidización” excluyente donde los “ingroup” (grupos de referencia) consideran que los “otros” se han convertido en enemigos, empleándonos con una beligerancia dialéctica, por ejemplo, en redes sociales (no sólo de forma explícita en lo que se publica, sino de forma tácita sobre lo que gusta o comparte), que si no se remedia, podría configurar una sociedad rota y enfrentada en un contexto inmediato necesitado de unidad y acuerdo.
La confianza y la cooperación social son elementos esenciales en el funcionamiento de las sociedades y de las democracias, Y esto depende en gran medida del grado en el que los ciudadanos confían entre sí en cuanto a la interactuación social
Pero, en cuanto a la polarización política, como hecho constatable en nuestra realidad política, ¿ cómo afecta la política y sus conflictos a la confianza social?
Existe una especie de creencia que se sostiene sobre los rasgos culturales: el conflicto y la confrontación son y han sido consustanciales a nuestro sistema cultural. Por ello, durante muchos años se afirmaba, por ejemplo, que los españoles somos como somos, y por lo tanto es imposible que podamos convivir de forma armoniosa. Pero, ahí tenemos el ejemplo la transición política y el consiguiente consenso constitucional, que demostraron lo contrario. Sin embargo, parece ser que con el paso del tiempo, los españoles regresamos a ese “cultural” de conflicto ¿Estamos condenados a ello?
En diferentes trabajos de investigación se apunta a que ésto no es necesariamente así. Según un estudio elaborado por M.Torcal y S. Martini, no hay en la cultura social nada que favorezca que la ciudadanía sea más propicia al enfrentamiento o al conflicto.
Una investigación realizada a través del denominado “juego de confianza anónima”, plantea que la confianza frente a desconocidos está directamente condicionada por la información política que se recibe, así como por la percepción identitaria que los participantes demuestran. Y ésto, ¿qué significa?. Pues que si conocemos la orientación política de una persona (porque la expresa, por ejemplo, a través de las redes sociales), y ésta es distinta a la nuestra, el comportamiento y la confianza social disminuye, no siendo así si el “otro” es de nuestra misma identidad partidista.
Una posible conclusión (que personalmente sostengo) es que, a mayor polarización política, el efecto negativo sobre la confianza interpersonal y, por lo tanto sobre la cohesión social, mayor es el efecto desintegrador sobre la confianza interpersonal y menor cohesión social. La pertenencia al “ingroup” nos enfrenta a los “otros”, sobredimensionando y aumentando la desconfianza, el recelo y la beligerancia.
El papel de los partidos políticos y su estrategia de defensa y ataque, tienen un efecto esencial en el grado de cooperación social y de confianza social de una sociedad, lo que significa que los partidos pueden hacer más o menos harmónicas las sociedades a partir del conflicto que los propios partidos propicien y generen. O lo que es lo mismo: la polarización política no sólo afecta al conflicto político, sino que puede llegar a ser fundamental en la destrucción progresiva del grado de cohesión social. Las identidades en sí mismas no generan la destrucción de la cohesión social, sino que depende de su politización por parte de los partidos políticos, que poseen una enorme capacidad para afectar a este grado de consenso.
Comparto la opinión, heterodoxa donde las haya ( máxime si hablamos de opiniones pertenecientes a un “ingroup” como puede ser la de militantes de la misma organización política), que es una necesidad que los partidos abandonen el electoralismo cortoplacista y practiquen un dialogo abierto, público y responsable. Evidentemente esto supone el abandono de discursos que destruyen la confianza y la cohesión, en beneficio, no sólo del funcionamiento de nuestro sistema democrático, sino también para detener la fragmentación social. Está claro que las sociedades que más y mejor han progresado, lo han hecho sobre la base del diálogo plural, de la discusión pero también desde el acuerdo.
Basta con hacer un repaso a lo que cada uno de nosotros y nosotras “reenviamos” o le damos un “like”, para constatar que, no sólo ( pero también) con el esfuerzo sensato de la “clase política”, sino con un esfuerzo de conciliación por esa parte polarizada de la sociedad, nuestra ya sufrida y debilitada estructura social saldrá de ésta crisis mucho más fracturada y con muchos peligros sobre nuestro futuro colectivo.

Comentaris

Entrades populars d'aquest blog

Narcisismo y deslealtad política en El Campello

Como tirarse a la piscina sin saber si hay agua.

España, cortijo de señoritos: del autoritarismo cool al neoliberalismo sin alma