APLAUDIR Y APRENDER
La
crisis financiera sufrida a partir de 2008 produjo una fuerte
sacudida en la que muchos de los que antes decían aborrecer la
intervención estatal, ahora la exigían. En la actual crisis
sanitaria, aquellos cuyo objetivo fue mercantilizar la salud salen a
los balcones a homenajear ( dicho sea de paso, merecidamente)a los
hombres y mujeres de la sanidad pública. ¿Paradojas o
contradicciones?.
Parece
que ya no recordamos que en el contexto de la crisis económica y
financiera, el Estado era interpelado por los mismos que proponían
su demolición controlada. Pero es humano que en momentos en los que
nos sentimos aterrorizados por lo que no controlamos, nos sintamos
más cerca de aquellos que nos dan seguridad.
Recordar
que, para salvar el sistema económico el Estado tuvo que “sacar”
de la sociedad miles de millones que no van a recuperarse. Recordar
que en los primeros golpes de la crisis financiera, los intentos
keinesianos fueron sustituidos rápidamente por más desregulación
y, por consiguiente, más precariedad. Es necesario recordar que
quienes más lo sufrieron y ahora lo sufren, son los más débiles,
víctimas propiciatorias que crisis tras crisis, se ceban en las
mismas capas de la sociedad.
Nuestra
sociedad se vuelve comunidad cuando se aterroriza, pero retorna a ser
un mero agregado de intereses cuando aparentemente escampa. Pero el
mal tiempo siempre es cíclico, como los problemas de un mundo
globalizado.
Me
sumo al aplauso a los profesionales de la sanidad pública, pero
personalmente exijo altura de miras a nuestros representantes:
blindemos a través de nuestras leyes un sistema sostenible que no
esté sujeto a mercantilización, una vez dejemos de setirnos
amenazados. Pero la actual crisis no debe cegarnos: los problemas de
nuestro débil sistema de derechos sociales volverá a ponerse en
evidencia cuando, ya sea financieramente o por el problema sanitario
que sufrimos ahora, vuelva a amenazar nuestro sistema de vida. Por
ésto, creo que debemos extraer enseñanzas, más allá de los
sentimientos que ahora podamos tener a flor de piel, más allá de
ese simbolismo pasajero de alabanza a aquellos que siempre fueron
héroes y heroínas. Los mayores, los y las dependientes no son ahora
más sociedad, al igual que los cuerpos de seguridad del Estado o el
personal sanitario no son ahora más héroes que lo fueron ayer.
Creo
que es necesario que los débiles pilares del Estado de Bienestar (
fundamentalmente familiarista al ser éstas las que sostienen la
solidaridad intergeneracional en momentos de crisis) formen parte de
un gran acuerdo político blindando a través de las leyes nuestra
sanidad pública, nuestra educación, la solidaridad con los y las
dependientes, la igualdad de los cuerpos de seguridad del Estado, las
pensiones como instrumento, no individual, sino de solidaridad
intergeneracional. Creo que es el momento de no olvidar, de recordar
y poner en valor lo que hoy aplaudimos.
La
estructura del Estado está sostenida por miles de trabajadores y
trabajadoras públicos, la mayoría de las veces y en situaciones de
normalidad, siempre mirados de reojo, con desconfianza e incluso con
soberbia ( ¿quien no ha oído aquello de “tu sueldo lo pago yo”?).
Pero es necesario recordar que entre esos miles de funcionarios y
funcionarias están los maestros y maestras, los policías, los
guardias civiles, los bomberos, los y las profesionales de la
sanidad. No hay que olvidarlo nunca, pues es el sustento de lo que
llamamos sociedad y que hoy aplaudimos.
Si
salimos de ésta situación ( que lo haremos) con reproches y sin
propuestas que nos aseguren a la ciudadanía una mínima estabilidad;
si salimos de ésta situación dejando que los más débiles sigan
sufriendo los ciclos de todo tipo de un mundo globalizado, no
habremos aprendido nada y repetiremos, una y otra vez las mismas
situaciones de riesgo e injusticia.
Y
para ello, es necesario un sistema tributario fuerte, donde los
desmanes del pasado, el despilfarro de políticos irresponsables (
aunque su irresponsabilidad haya sido avalada en muchos casos por los
votos) no siga minando en la gente la confianza en nuestra
democracia. Donde el despilfarro, los pufos, sean a cargo de quien
los comete y no de los fondos de todos y todas. Entonces, creo que la
gente volverá a confiar en nuestro sistema, con diferentes puntos de
vista, con diferentes intereses, pero con acuerdo en lo que es
importante: España como sociedad y no solo como metáfora.
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