DE AÑO EN AÑO
Cerramos
un año donde, pareciendo que nada ha pasado, han ocurrido cosas que
van a afectar a la vida de la ciudadanía campellera. Desde éstas
líneas mi humilde resumen a modo de epitafio a un año sobre el que,
en mi opinión, habría que correr un velo, eso si, tras un mínimo
análisis, todo lo desapasionadamente que los polvorones, villancicos
y langostinos nos permita.
El
año empezó sin presupuesto, o más bien, con la enésima prorroga
de los presupuestos de 2014. El gobierno de coalición fue, un año
más, incapaz de sacar punta a las herramientas de las que disponía,
y poner negro sobre blanco un paquete de propuestas que pudiésemos
llamar proyecto. No obstante, la tranquilidad seguía instalada en el
gobierno en minoría dada la correlación de fuerzas por un lado (
que impedía cualquier cambio dadas los posicionamientos políticos
excluyentes) ,y por otro la proximidad de las elecciones
Evidentemente
en el ámbito social pasaron cosas. Pero éstas, al menos yo, no
podría calificarlas de hechos colectivos sino más bien logros o
alcances particulares en un contexto social cada día más lejano de
cualquier objetivo colectivo. Y no es que la crisis económica de un
capitalismo financiero globalizado incidiese en una mayor
individualización de la sociedad local, sino que ésta venía ya
“individualizada” desde hace tiempo.
Y
llegó el mes de abril. Y votamos en las elecciones Generales y
Autonómicas. El resultado es conocido: el partido más votado en
nuestro municipio fue el PSOE en ambas. Y llegó Mayo, y con las
flores, las elecciones municipales y Europeas. Y el partido más
votado fue el PSOE, en las Europeas, pero no así en las locales,
siendo una prueba de que el factor local juega, y mucho.
El
partido más votado fue el Partido Popular liderado por J. Berenguer.
Le acompañó Ciudadanos, que respecto a los comicios Generales,
Autonómicos y Europeos, se dejó un puñado de votos. No obstante,
repitió el resultado de hacía cuatro años, volviendo a ser un
actor relevante en la formación de gobierno. Pero en ésto llegó la
extrema derecha, carente de políticas aunque llena de soflamas
patrióticas y banderas, algunas de funesto recuerdo. Con un
resultado evidentemente menor que en el resto de convocatorias,
obtuvo lo que la extrema derecha jamás había obtenido: una
representante. Y se formó gobierno al sumar los tres partidos de
derechas la mayoría suficiente para la investidura. Y el gobierno
anterior de coalición, pese a obtener unos resultados casi similares
en cuanto a representantes conseguidos, perdió cualquier posibilidad
de formar gobierno ( Ciudadanos, coherente con su planteamiento
estatal, prefirió gobernar por la derecha-extrema derecha que buscar
otros aliados, algo lógico si nos atenemos a las más que
truculentas relaciones que éste partido mantuvo con la coalición
presidida por Compromís).
Esquerra
Unida perdió un representante y desapareció, fagocitado por las
urnas, el concejal de Democrates. Compromis se mantuvo y el PSOE
incrementó su representación pese a dejarse unos cientos (¿miles?)
de votos respecto a Generales, Autonómicas y Europeos. Podemos se
dejó otro representante, entrando por los pelos, y una candidatura
apartidaria consiguió el último de los cargos electos.
Y
se formó gobierno. Pero para “sorpresa” (¿sorpresa?) sólo lo
formaron Partido Popular y Ciudadanos, con responsabilidades de
gobierno. Para su extremo-socio guardaron una especial guinda: ser
sin serlo. O lo que es lo mismo: decidir, estar y gozar de los
privilegios de estar, pero sin estar, pese a la retórica de su
insostenible relato. ¿Sorpresa?. Evidentemente, no. En otras tierras
del Estado, la extrema derecha fue “apartada” del gobierno,
dejando que su influencia fuese puntual. Y ésto tiene una
explicación, más allá ,nuevamente, de la retórica de la
“desideologización” del ámbito local, cuestión que no podría
ser más ideológica. Pero en fin, esta cuestión pertenece a otro
debate.
Y
llegaron los Presupuestos, tan anhelados como necesarios. Y las tres
patas del gobierno se pusieron de acuerdo para ejercer de mayoría,
argumentando que los números representaban al menos una parte del
programa del trío de investidura, aunque eso sea más un deseo
propagandístico que una realidad, dada la ausencia de explicaciones.
Pero, ¿para qué dar explicaciones, o exponer los objetivos si se
tiene mayoría?. Pues eso.
Pero
llegó un problema administrativo (¿el primero?) y por un defecto,
los Presupuestos debieron ser aprobados por segunda vez, ahora, en
principio, de forma administrativamente correcta. Y, a la pregunta
de, ¿el primero?, habría que responder que, si hay un aspecto de la
política que ha hecho aguas y sobre el que deberían centrar su
mirada los actuales gobernantes, esa es la propia maquinaria
burocrática. Pero, ¡para qué, si hay mayoría!.
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