NO ES EL FONDO, ES LA FORMA.
En
un sistema democrático, no sólo las instituciones públicas, sino
las de carácter privado no están exentan de que su funcionamiento
se ajuste en el fondo y la forma a los objetivos a través de los
instrumentos que garantice los derechos a las personas que participen
en ellas. Los partidos, siendo el eje sobre el que pivota nuestro
sistema democrático, están obligados constitucionalmente a que su
funcionamiento se ajuste a los principios democráticos, algo que se
ha ido “minimalizando”con la transformación de los partidos de
masas, primero en “partidos atrapalo todo” y progresivamente en
partidos de tipo cartel (éste interesante debate terminológico
tendrá su momento y oportuidad).
Otro
término, de esos que parecen jerga pero que tienen un significado
importante, es el de “sustituismo”. Para explicarme, recurriré a
un ejemplo.
Apuntaba
León Trostki en su folleto publicado en 1904 titulado “Nuestras
tareas políticas”( en un contexto donde Trostki argumentaba contra
las tesis expuestas por Lenin en su publicación “Que hacer”)
planteaba el peligro del sustituismo político donde, el partido
sustituía a la clase trabajadora, el comité central sustituía al
partido y el Secretario General hacía lo propio con el Comité.
¿Tiene que ver con el actual contexto, donde el Secretario General y
candidato del PSOE ha sustituido al Comité Federal en la decisión
de establecer un preacuerdo con Unidas Podemos?. En lo sustancial,
creo que si.
No
obstante, y antes de continuar, creo que debo decir que el texto del
preacuerdo lo suscribo en su totalidad, pero discrepo en las formas.
Y no quiero anteponer las “políticas a la política” (el
significado de polity, politics y policy es, para los ciudadanos de
habla inglesa, diferente y lleno de matices, aunque para nosotros
todo se reúna en una sólo palabra: política)
pero creo humildemente que tanto el fondo como las formas son
importantes, si el partido todavía es algo más que una herramienta
al servicio de los líderes coyunturales.
No
me gustaría caer en el simplismo de reducir mi reflexión a las
formas, porque creo que el fondo también es importante pues es la
forma de ser coherentes con el sistema en el que creemos. Reducir la
democracia interna a una consulta a tiro pasado es ponernos a muchos
y muchas ante la tesitura de “susto o muerte”. Y ni una cosa ni
la otra, máxime cuando la investidura no está en los supuestos 155
diputados y diputadas incluidos en el preacuerdo, sino en otros
escaños.
Por
último el preacuerdo se refiere a los apoyos de investidura de
Unidas Podemos pero, ¿cuantos más son necesarios?. Y ahí también
discrepo con la línea sustituista que el Secretario General sigue
imponiendo. Recuerdo que las líneas rojas que el anterior Comité
Federal puso a cualquier acuerdo eran explícitamente claras, y
considero que el error tactico de ofrecer “gasolina” a la derecha
y la extrema derecha a través de la busqueda de apoyos en aquellos
que no tienen intención de respetar la legalidad, ni las formas
establecidas en nuestro imperfecto sistema democrático, sólo
beneficia a un mayor descrédito de las posiciones socialdemócratas
y dan gasolina a aquellos que nos señalan como parte de un problema
que nosotros no hemos creado pero que si estamos, por lo que parece,
dispuestos a alimentar.
Creo
que también debo de decir que no estoy en la línea de la “gran
coalición” pues creo que sería una actitud fraudulenta, no ante
nuestros votantes, sino ante la democracia misma, que sin duda
requiere de alternativas programáticas e ideológicas. Había tiempo
para diseñar una estrategia que intentase superar las
contradicciones en las que hemos ido cayendo y que nos han situado en
un difícil brete. Las prisas no eran necesarias y, una vez más,
hemos perdido la oportunidad, no solo de incentivar el debate
interno, sino de dar la oportunidad a esos y esas simpatizantes y
votantes a que se expresasen. Los socialistas tenemos la obligación
ética, no de parecer, sino de ser escrupulosamente radicales en
defensa, no sólo de nuestras ideas, sino de las formas para
llevarlas a cabo.
Creo
que ni las formas ni la estrategia seguida han estado a la altura, y
espero que nadie me “invite” a marcharme de un partido que es
tanto de los que aceptan y acatan como de los que libremente
discrepamos desde la firme creencia que los principios y valores que
nos inspiran están por encima de lideres y dirigentes, aunque ambos
deban ir deseablemente unidos.
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