CAOS
Me
vais a perdonar, pero la palabra en cuestión me retrotrae años
atrás en los que la serie “Super agente 86” se basaba en la
contraposición entre Control y kaos, siendo ésta última la
síntesis de todos los males. Ahora en serio. ¿A qué se refiere el
Alcalde J.Berenguer al hablar de “Caos” en la administración
municipal?.
Es
cierto: la administración pública desarrolla su labor bajo la
acción directa o indirecta del gobierno. ¿Significa ésto que
señala al anterior gobierno como origen de esa situación caótica?.
Pero no es menos cierto que la administración se rige por una serie
de normas independientes del gobierno de turno que regulan su
funcionamiento. ¿Significa ésto que el problema es más grave?.
Los
funcionarios y funcionarias públicos, fundamentalmente los cargos
ejecutivos tienen una dimensión institucional, confiriendo la
legislación a éstos unas funciones clave en la defensa y
preservación de las “reglas del juego” en consonancia,
fundamentalmente, con el estado de derecho en la prestación de los
servicios a la ciudadanía, o al menos los básicos de entre las
competencias propias. Por lo tanto, creo interesante distinguir entre
la administración y el gobierno, que si bien dirige coyunturalmente
(en un sistema democrático donde se producen periódicamente elecciones y, por consiguiente, cambios y alternancia en la dirección
política) no debe superponerse a los criterios profesionales cuyo
objetivo no es otro que el respeto a las normas y principios que
legitiman su labor.
La
imparcialidad que se presupone en cuanto a la aplicación de esas
normas, no sujetas a tensiones partidarias, es un valor cuyo objeto
es, como decía, la prestación de servicios desde el
“desapasionamiento” y la indiscrecionalidad, o lo que es lo
mismo: desde la igualdad de todos, tanto en derechos y deberes ante
la ley. Y por ésto, la administración tiene la capacidad de regular
los procedimientos necesarios para que el caos no se adueñe de la
estructura burocrática, en defensa de los valores que la
Constitución atribuye a las administraciones. Quizá el caos al que
se refiere el Sr. Alcalde es una desorganización o una organización
con la que no está de acuerdo. El hecho de que hayan procedimientos
ordinarios que no se han desarrollado, debe tener una explicación
paralela a la de las decisiones ( o no decisiones) del gobierno
saliente, por lo que, además de señalar de forma más o menos
explícita, hay que plantear propuesta de solución.
De
lo que adolece nuestra y otras muchas administraciones es de una
organización acorde con las exigencias de una ciudadanía cada día
más exigente. Una organización que establezca vías que agilicen y
mejores la eficiencia en la tramitación y resolución de
situaciones, en definitiva, una administración que mire a los ojos
de la gente como el eje de su propia existencia.
Por
mi relación directa e indirecta con la administración local de
nuestro pueblo desde la década de los ochenta del pasado siglo, he
podido observar de forma somera los cambios que se han ido
produciendo. A principios de los ochenta, a la administración local
casi la podríamos definir como parte de la “administración
tradicional” o vieja administración: carente de personal, medios y
normas, discrecional en su funcionamiento. El transito hacia una
administración moderna fue merito, tanto de un grandísimo
profesional como de la apuesta política que se hizo al apostar por
éste profesional: Don Vicente Boix Reig, Y aquella administración
se fue transformando en una estructura profesionalizada, donde las
normas existentes se cumplían, asegurando el ajuste a la ley y a los
derechos en una sociedad democrática. ¿Es la administración local
actual una evolución de aquel desarrollo?. Evidentemente, pero con
sus peculiaridades. La dirección política, desde la década de los
noventa ( en 1995 accedió al poder por primera vez el PP) introdujo
decisiones que no siempre se ajustaban a una planificación racional
de las necesidades y prioridades. La evolución fue parte de la
dinámica general y no de la impronta local, lo cual, en mi opinión,
ha propiciado desajustes que han incidido en la imagen, no del todo
positiva, que la ciudadanía tiene de su administración.
Evidentemente,
decisiones como las que se han tomado de inicio (cambio en las
sesiones plenarias de la tarde a la mañana, por ejemplo) inciden
negativamente en esa imagen, pero no quiero desviarme del asunto
central: el caos. Si existe una desorganización, un cúmulo de
desajustes, quizá se deba no a la influencia política ( y no solo
del gobierno anterior, sino del anterior al anterior, o lo que es lo
mismo: del mismo partido y el mismo Alcalde), sino a la ausencia de
esa influencia, potenciando un “desarrollo” basado en estáticas
endógenas, alejadas de los objetivos de eficiencia y eficacia
administrativa que un municipio desarrollado social y económicamente
como el nuestro, demanda.
Por
último. Abordar la reorganización de la estructura administrativa y
funcionarial no debería estar sujeta a la decisión coyuntural de un
partido o un grupo de partidos coaligados, porque en un sistema
democrático (insisto) la alternancia es uno de los principios que le
confieren valor pero que, mal utilizado, pueden someter a la
estructura municipal a vaivenes, avances y retrocesos que en nada
benefician, no a la administración en sí, sino al administrado, a
la ciudadanía como sujeto y objeto de esa administración.
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