AHORA, GOBIERNO
La
democracia se fundamenta en dos principios que pueden entrar en
conflicto, máxime si nos ubicamos en un escenario tan fraccionado
como el que han arrojado las urnas en las últimas elecciones. Estos
principios son, el de representación y el de formar gobiernos
estables y coherentes.
El
principio de representación se ha manifestado en las urnas,
propiciando un arco político municipal amplio: ocho grupos han
conseguido representación. Ahora, concretar el principio sobre la
formación de gobierno, parece que va a ser algo más complejo.
La
pasada legislatura, con un pleno municipal igualmente fraccionado, se
daban las condiciones para un gobierno coherente entre formaciones
políticas de un espectro ideológico en parte compartido. Y esos
anclajes ideológicos, además de propiciar una alternativa
mayoritaria de investidura, impidieron que, tras la ruptura de la
mayoría, se propiciase una alternativa igualmente coherente. La
estabilidad, si con ello nos referimos a la permanencia, al “estar”,
ha sido en la pasada legislatura, alta. Pero si hablamos de la
eficacia, o la eficiencia en concretar políticas, posiblemente la
legislatura no superaría un mínimo análisis crítico sobre hechos
(que no sobre relatos). Pero en la presente legislatura, esos mismos
anclajes ideológicos, reforzados por una representación fracturada,
se han debilitado. La perdida de dos concejales del bloque de
investidura de 2015 ( uno EUPV y uno Podemos), y la desaparición del
concejal que Demócrates obtuvo, junto con la entrada de Vox y Red,
plantean una perspectiva diferente.
En
los últimos días se han publicado diferentes noticias respecto a la
investidura que se producirá el próximo día 15 de junio. Las
hipotéticas (porque, como se reconoce en la misma noticia, uno de
los socios necesarios, “ni confirma ni desmiente”)conversaciones
entre Ciudadanos y el Grupo Socialista han venido acompañadas de las
declaraciones, tanto de Esquerra Unida como de Compromís sobre su
apoyo a la investidura de un Alcalde socialista. Entre los cuatro
sumarían los votos suficientes para la investidura, aunque el
gobierno futuro, en caso de acuerdo, volvería a ser en minoría con
toda probabilidad (Esquerra Unida o Podemos difícilmente entrarían
en un gobierno de coalición con Ciudadanos). Otra noticia aparecida
el 5 de junio, apunta a las “líneas rojas” que la dirección de
Ciudadanos ha establecido con carácter genérico para negociar
gobiernos. Pero si se lee bien a Villegas, éstas líneas se suavizan
en lo local, por lo que el respiro que pudieran tener los más
votados (como es el caso de nuestro pueblo), se pospone hasta ver
como se desarrolla el dialogo abierto entre las formaciones políticas
locales, a excepción del PP, que parece que esperará a que los que
quieran se dirijan a ellos en una (en mi opinión) incomprensible
actitud.
Las
posibilidades están abiertas. Ahora es el turno de los
representantes electos de, como decía, su altura de miras y su
actitud para conformar un gobierno capaz, no solo de gestionar el día
a día, sino de abordar los grandes retos que a corto y medio plazo
tiene El Campello. Y en ésta coyuntura, será indiferente la
etiqueta del gobierno pues parece que, haya o no una coalición
mínima, todo dependerá de apoyos de terceros o cuartos actores para
concretarlos en políticas públicas de interés colectivo.
Las
preferencias en cuanto a acuerdos y coaliciones serán interpretadas
por los representantes de la ciudadanía. Si aciertan o no, se verá,
no en cuanto a los socios elegidos, sino, insisto, en las políticas
acordadas. Aunque personalmente estoy seguro de que, sea de la forma
que sea, el nivel de descontento de partida en uno u otro bloque va a
ser alto, con lo que la legitimidad del proceso va a depender también
del nivel de transparencia y participación que los actores
involucrados sean capaces de desarrollar.
La
legitimidad de los diferentes actores, como decía, vienen en origen
de la decisión de las urnas, y será una cuestión a tener en
cuenta. Creo que no se debería cometer el mismo error en el que se
cayó con el pasado “equipo de gobierno”, constituyendo un
gobierno supeditado al cargo, donde la legitimidad fue, o delegada
incondicionalmente o absorbida. Del equilibrio en los acuerdos, de su
proporcionalidad y de la capacidad de reconocer los argumentos de las
partes, va a depender la estabilidad de un gobierno que, pese a,
seguramente ser minoritario, puede y debe liderar un avance tras
cuatro años de estancamiento político e institucional.
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