¿TIENES ALGO QUE PROPONER?
Los
rituales de las campañas electorales producen algunas paradojas
pues, el mensaje “participativo” es más que cuestionable si
proviene de quienes han ostentado la máxima responsabilidad política
a lo largo de un mandato.
La
ciudadanía decidió con su voto quienes eran sus representantes. Y
decidió que ningún partido tuviese la mayoría suficiente como para
imponer, ni un gobierno, ni una agenda: el acuerdo era la única vía
para sustentar un ejecutivo medianamente estable. En el proceso de
formación de gobierno ( como he mantenido en diferentes ocasiones)
se dió la circunstancia de una “confluencia” de voluntades cuyo
objetivo era evidente: que el grupo que había obtenido el segundo
puesto en votos no tuviese la oportunidad de obtener la Alcaldía, y
sí otro de los grupos que, con un número menor de votos ( aunque
con la misma representación numérica)que posiblemente no hubiera
accedido al poder a no ser por esa “confluencia” en “contra
de”.
La
fortuna, y porque no decirlo, la responsabilidad ( y porque no
decirlo: la presión de no ser quien favoreciese la continuidad de un
gobierno de la derecha local) del segundo grupo más votado, propició
la investidura del actual alcalde, el cual haciendo gala de un
“subidón” de estatus institucional, se deshizo de uno de sus
apoyos en la operación que le llevó a la máxima responsabilidad
municipal, quedando el gobierno en una minoría que no se ha sabido
gestionar.
Pero
la democracia es así: temporal. Y los mandatos concluyen, dando paso
al proceso de rendición de cuentas y petición, nuevamente, de
apoyos para obtener la confianza de los electores. Y en cualquier
campaña, uno de los primeros pasos es la revisión de las campañas
anteriores y del trabajo realizado a lo largo de los cuatro años. Y
en ese punto nos encontramos.
Cuando
se aborda una campaña, se hace desde diferentes posiciones: o se ha
gobernado, y se intentan poner en valor los logros alcanzados, o se
ha sido oposición y se cuestionan las actuaciones de quienes han
gobernado. Por consiguiente, el contexto, siendo el mismo, debe
enfocarse desde diferentes objetivos. Pero el contexto es muy cruel
si, como es el caso, quienes han ostentado la máxima responsabilidad
institucional no han aportado nada e incluso han incumplido la agenda
de mínimos que les llevó al poder municipal. En mi opinión, el
primer movimiento debería ser autocrítico, y el segundo
propositivo. En cuanto al primero, la credibilidad de la autocrítica
estará sujeta, no solo a un propósito más o menos explícito de
rectificación, sino de la persona que se postula para llevarla a
cabo. En cuanto al segundo, y antes de caer en la paradoja de pedir
participación social, se deben plantear las líneas generales de lo
que será la propuesta política y electoral. A partir de ahí, la
recogida de propuestas, sugerencias y opiniones podrá ser más
realista. De lo contrario, parece un intento artificial de “vender”
democracia participativa pese a que, habiendo tenido la oportunidad
de hacerlo, se ha renunciado expresamente a que la gente, de forma
organizada, diese su opinión. En definitiva, preguntar “¿tienes
algo que proponer?”, me suena a retórica electoral e incluso un
insulto a la inteligencia del votante.
Por
otro lado, si se hace desde la oposición, es necesario igualmente
analizar qué se ha hecho en éste sentido para ser coherentes con
una línea y no aparecer en el escenario electoral con oportunismo.
Por
último, en el caso de los que quieren volver al gobierno, y al igual
que los que ahora finalizan su mandato, deberían expresar un mayor
respeto al votante, y realizar una autocrítica, tanto de su papel en
la legislatura que finaliza, como gobierno durante veinte años, sin
olvidar incluir en ese proceso de reflexión crítico los miles ( o
millones) de euros que al erario público han costado algunas de sus
ocurrencias ( la lista es larga).
La
campaña electoral no es un proceso meramente emotivo donde se busca
la adhesión del votante a título personal: es un proceso ( o
debería serlo) político, participativo y democrático, donde se
debe propiciar la interacción con el elector desde el respeto a
éste, o lo que es lo mismo: desde la sinceridad, la claridad y la
concreción de lo que se quiere o propone hacer y las posibilidades
presentes y futuras para mejorar esas propuestas a lo largo del
mandato.
Mi
humilde consejo: prudencia, la memoria, la hemeroteca y los datos son
muy crueles.
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