FRACTURA Y COALICIONES

Desde 2014 (elecciones europeas) el escenario político se ha diversificado, o en términos más mediáticos ( que no comparto en cuanto significante aunque si en su significado) se ha “fracturado”. En mi opinión, la opinión electoral se ha diversificado: ha optado por una pluralidad que, pese a existir, anteriormente se había agregado en una especie de voto útil que beneficiaba a los actores tradicionales al no existir otras alternativas con el suficiente atractivo electoral. Y dicho ésto, pasemos a la reflexión motivo de éste artículo: las coaliciones.
La diversificación del voto no es una novedad en nuestro municipio. En 2011 seis candidaturas obtuvieron representación municipal, y en 2015, siete. La diferencia, en todo caso, es que mientras en 2011 no se produjo una coalición de gobierno ( gobernó el PP en minoría hasta 2014 que logró el apoyo de Decido), en 2015 si se logró un acuerdo de investidura ( cinco partidos con representación unificaron su voto y eligieron a un candidato). En todo caso, podríamos referirnos al último gobierno de coalición que se produjo en nuestro municipio en 2003, cuando PSPV-PSOE, Esquerra Unida y Bloc (Compromís) lograron un acuerdo frustrado un año después por un caso de transfuguismo que favoreció al PP para recuperar el gobierno ( el candidato del Bloc-Compromis se “fugó” al entonces grupo mixto). Y comparando los tres últimos gobierno de coalición que se han producido en nuestro municipio podemos observar algunas cuestiones interesantes (2003 coalición entre PP y concejal transfuga, 2011 coalición PP-Decido y 2015 coalición de cinco partidos en la investidura).
En 2003 hay un acuerdo entre tres partidos con un recorrido corto (transfuga), en 2011 un acuerdo entre dos partidos pese a que se daba una aritmética propicia a un acuerdo entre cuatro partidos y 2015 acuerdo de investidura en cinco partidos. En principio, el acuerdo de 2003 dado su corto recorrido no nos ofrece argumentos para su análisis, no siendo así en 2011 ( en 2007 el PP recupera la mayoría absoluta). En 2011, como decía, existía una situación de multipartido que no cuaja en un acuerdo por motivos personales: la portavoz de Decido provenía del PSPV-PSOE ( su secretaria general hasta 2011), lo que imposibilita cualquier acuerdo. En éste caso, si podemos afirmar que existe un factor personal que condiciona el acuerdo, quedando al margen lo político. El PP, en minoría en ésta legislatura, logra un acuerdo de gobierno de aproximadamente un año y medio aprobando el presupuesto que todavía continua vigente ( 2014), por lo que podríamos decir que el corto período de coalición ofreció una cierta estabilidad institucional.
En 2015 la coalición de investidura compuesta por cinco partidos se rompió aproximadamente al año a causa de la expulsión de uno de sus componentes ( Esquerra Unida), dejando al gobierno municipal en minoría hasta el final de legislatura que, con la salida táctica de Podemos, el gobierno pasa a ser prácticamente testimonial. Entonces, ¿porqué los gobiernos multipartidos que se han dado han fracasado frente al gobierno bipartido?, ¿quizá es más estable la interlocución entre dos partidos que entre tres o más?. Si nos atenemos a los resultados cuantitativos de las experiencias, así es, pero existe una variable que debe ser tenida en cuenta: la cultura política. Esta variable, siendo en principio independiente se transforma en dependiente en un contexto en el que la personalización de la política cuestiona cualquier acuerdo en función de un concepto: la legitimidad de origen y la de proceso.
En un gobierno multipartido, la legitimidad ( como he mantenido) de origen se delega en el momento de la investidura pero, en principio, no se renuncia a ella. La cuestión es que el acceso a un cargo donde ha existido un principio de acuerdo produce ( al menos así lo percibo yo) un efecto de “súbdito”, esto es: la legalidad se confunde con la legitimidad anteponiendo el estatus adquirido por delegación y asumiendo que la legalidad confiere una legitimidad superior. Esto, produce un efecto negativo en conceptos como el de representación que pasa a ser irrelevante, anteponiendo la cara burocrática a la política, en una superposición de papeles donde el estatus adquiere preheminencia.
Quizá ésto es lo que ha sucedido en el gobierno multipartido “fallido” que, gracias a las incompatibilidades ideológicas, ha propiciado su mantenimiento hasta el final del mandato. Y ésto, igualmente, debería servir como reflexión para los partidos con representación en caso de que las circunstancias electorales propiciasen un escenario de posibles acuerdos tras las elecciones del mes de mayo.

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