DISCREPAR ES UN VERBO QUE HAY QUE SABER CONJUGAR.

El gobierno municipal es la cabeza de la administración, pues comparte un doble rostro: uno político y otro administrativo. La relevancia de uno sobre otro hará depender el carácter del gobierno: un gobierno tecnocratizado, o lo más deseable: un gobierno que, teniendo clara su misión, organiza la administración para ser eficiente, tanto en el cumplimiento de la ley como en el desarrollo de las políticas públicas que la cara política ponga en marcha.
Una parte que normalmente no se estudia de la democracia, fundamentalmente en ese primer escalón que es la administración local, es la calidad de la burocracia. Una administración local efectiva ( respecto al impacto sobre los problemas), que sea eficiente en su labor de información, cuyos valores sean el cumplimiento de su misión de auxiliar, la equidad y la indiscreccionalidad, aporta mucha calidad a la democracia local.
El problema que creo que padecen muchas administraciones, y la nuestra no es una excepción, es centrar su mirada únicamente en la estructura administrativa, de forma corporativa y, por lo tanto, con un sesgo tecnocrático que desdice el carácter político que rebaja la calidad democrática de los gobiernos que la practican. La política, como diálogo, conflicto y pluralidad no puede ser sustituida por la certeza inequivoca y omnipresente del “saber técnico”, pues éste estaría sustituyendo al gobierno democrático en la toma de decisiones. Como afirmaba M.Weber, uno de los problemas con los que se enfrenta el liderazgo político es el control del “despotismo burocrático”.
Un ejemplo claro lo tenemos en las reiteradas manifestaciones de diferentes responsables políticos en los que ni se plantean cuestionarse las decisiones tomadas por la parte técnica, y personalmente creo que, sí, que hay que cuestionarlas cuando los objetivos políticos son, o subvertidos o incluso pervertidos por la discreccionalidad de una opinión técnica. El caso de la polémica surgida en la comisión de evaluación ambiental podría ser una muestra, o incluso decisiones más cotidianas tomadas por técnicos municipales que sustituyen la valoración política como podría ser en la política de personal e incluso, en la política seguida en la gestión de servicios, con una visión unilateral, donde exteralización pura y dura excluye cualquier otra alternativa.
El Portavoz del PP defiende “la profesionalidad” de los técnicos municipales, cuando nadie la ha cuestionado: lo que se cuestiona es su criterio. El PSOE habla de “no contradecir”, y ¿porqué no contradecir?, ¿porqué no buscar una segunda o tercera opinión si la que el técnico expresa difiere de los objetivos políticos?. Otra cuestión es que no existan esos criterios políticos, lo que sería mucho más preocupante.
La labor de la estructura burocrática es servir con eficacia y respeto a la ley a la ciudadanía a través de su labor profesional de control y asesoramiento. El mayor valor de la burocracia debería ser el servicio público, aunque personalmente y aunque parezca una contradicción por mi parte, utilizo el “debería”, porque no puedo afirmar que lo sea.
Creo que el cargo electo tiene una prioridad: cumplir su programa y resolver los problemas sociales de la ciudadanía utilizando el instrumento que se pone a su disposición: la estructura técnico burocrática. Si el político afirma, como así hemos oído, que la sabiduría técnica es la única que prevalece, sin que políticamente se hayan exigido diferentes enfoques, estamos en lo que antes he señalado: el despotismo burocrático. Aunque yo, en ocasiones y dado el nivel político que observo en general, lo que creo es que, más que un régimen despótico es en demasiadas ocasiones una dictadura.
El gobierno que asumió la responsabilidad política en 2015 se encontró una estructura administrativa viciada, que padecía males corporativistas y que incluso resultaba pesada, lenta y sobredimensionada. Y lejos de solucionar el problema, parece que lo ha empeorado, algo sobre lo que tendrá que rendir cuentas, entre otras cosas..

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