El cómo es tan importante como el qué
Evidentemente
el contexto es un claro condicionante: estamos inmerso en un período
pre electoral con el horizonte de las elecciones locales del mes de
mayo. Y éste contexto es un factor relevante para analizar, tanto la
reacción de la oposición como la arriesgada apuesta del gobierno de
coalición de elevar al Pleno municipal una decisión que, para mucha
gente, es casi una ansiedad: la Piscina Municipal.
El
PP y Ciudadanos “prestaron” votos para la aprobación del estudio
financiero y el pliego de condiciones, por lo tanto, estaban
explícitamente de acuerdo con la forma de gestión que proponía el
gobierno municipal. Las posiciones coincidentes sobre la
“inasumibilidad” del servicio se han basado en diferentes
argumentos, de los cuales, el mantenimiento y el costo del personal
han sido los principales. No obstante, desligar éste servicio de
otros que se prestan en el municipio es una estrategia con un claro
objetivo: justificar la decisión. Si nos detenemos en servicios
como, las Escuelas Deportivas ( ¿que cuesta el servicio en total si
sumamos el contrato municipal, el uso y mantenimiento de
instalaciones, iluminación, etc?), los servicios sociales ( ¿a
cuanto ascienden los servicios que se prestan a través de personal
propio?), los servicios a la tercera edad, u otros que presta el
Ayuntamiento, podemos observar que la Piscina Municipal se ha
utilizado de forma claramente sesgada para justificar el
mantenimiento de la Piscina. La cuestión es, sin duda, que el costo
de mantenimiento no va a aparejado al uso de la instalación.
En
cuanto a la forma de gestión por la que PP, Ciudadanos y el Gobierno
municipal ha optado, como he dicho en otras ocasiones, se fundamenta
en uno de los pilares que sostienen lo que academicamente se ha
denominado Nueva Gestión Pública. Un intento de modernizar la
administración que, en el caso de El Campello, ha quedado únicamente
en el uso de herramientas de externalización de servicios, y en el
que la Piscina supone la culminación máxima de la privatización:
construcción pública y cesión completa a la gestión privada que
establece y decide cuánto va a costar el servicio a los y las
usuarios y usuarias.
Evidentemente,
y como la concesión del servicio está condicionada por la Ley de
Contratos, debemos pues dirigirnos a ésta para observar que, por
ejemplo, uno de los objetivos básicos de la Ley, reflejo de los
planteados en la Estrategia Europa 2020, es fomentar la participación
de las pequeñas y medianas empresas en la contratación pública,
colectivo en el que se engloba a las micropymes, autónomos y a la
mayoría de cooperativas y empresas de economía social, así como la
división en lotes de los contratos teniendo en cuenta que el
objetivo de los servicios que hay que contratar sea el mismo y no
sólo que estén relacionados unos con otros, implicando una mayor
especialización de las empresas que liciten cada lote. No haber
considerado éstas cuestiones es, porque simple y llanamente se ha
optado por ceder un servicio pero, ¿quién ha decidido que así
sea?. ¿Ha sido un “inocuo” criterio técnico, una combinación
de criterio técnico y político?. Si ha sido lo primero, señalar
que una “tecnificación” elevada a casi dogma podría no ser tan
neutra, pues podría favorecer una cierta discreccionalidad al dejar
en manos técnicas la decisión de cómo gestionar. Si ha sido lo
segundo, la decisión por la privatización de éste servicio
claramente puede enmarcarse en una apuesta política claramente
alejada de los principios y valores que teóricamente inspiran a los
partidos que componen el gobierno de coalición.
La
izquierda tiene la responsabilidad política de reconstruir una
noción de ciudadanía que vaya más allá de ser un mero usuario o
cliente de los servicios públicos que recibe;que sea sujeto activo
con un amplio número de derechos. Y al igual que la derecha asumió
la Gestión Gerencial como herramienta para llevar a cabo sus
objetivos, la izquierda tiene en el Nuevo Servicio Público una
alternativa que rompa con ese sentido común impuesto de “es lo que
hay”, sin más. De lo contrario, el “todos son lo mismo”
difícilmente tendrá una respuesta más allá de lo puramente
simbólico.
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