La organización como primera urgencia. Segunda Parte
Tras
veinte años de gobierno de la derecha local, la administración
local se convirtió en un elemento distorsionador de la política
local. ¿Porqué?. Si analizamos teóricamente las características
de nuestra administración (sujeto, instrumento, dinámica,
organización, estructura, hábitos, valores, etc) observamos que se
ajusta a la definición de Administración Burocrática clásica (el
sujeto es el funcionario, el instrumento es el reglamento o la
ordenanza, la dinámica es de abajo a arriba, la organización es
corporativista, la estructura es segmentada con políticas
compartimentadas, los hábitos son el silencio administrativo, el
proceso engorroso, la ocultación de errores, el “ya le llamaremos,
y en cuanto a los valores, la exculpación, una cierta prepotencia y
ensimismamiento). Esto nos lleva a plantearnos un principio de la
teoría clásica: burocracia y política están separadas con
supeditación de una a la otra, pero no por objetivos, sino por una
estática donde la capacidad de presión de la estructura burocrática
hacia la política es más que evidente, produciéndose un efecto de
supeditación.
Evidentemente,
ésta supeditación, si se produce en cuanto a la seguridad jurídica
es adecuada, pero si nos remitimos a los innumerables casos en los
que las decisiones políticas y técnicas han supuesto un claro
perjuicio para los intereses generales, la conclusión no es
demasiado halagüeña.
El
motivo de que haya iniciado ésta opinión haciendo referencia a los
veinte años de gobierno de la derecha tiene una razón y un
argumento que me gustaría desarrollar, pues conlleva un análisis
político relevante para entender dónde nos encontramos en la
actualidad.
En
la década de los 80 y 90 nuestro Ayuntamiento, al igual que todas
las administraciones locales sufren una trasformación fruto de la
necesidad de adaptar una estructura administrativa vieja, ineficaz y
discrecional en cuanto al trato, a una administración eficiente en
sus procesos y, por consiguiente en la prestación de los
innumerables servicios que debe asumir. La llegada de la derecha en
el año 95 supone una vuelta de tuerca en la burocratización,
ensimismamiento y corporativización de la administración,
alejándose de los vientos de reforma democrática que en Europa
corrían: se refuerza el papel de la burocracia pero al mismo tiempo
se cae una y otra vez en inseguridad jurídica, al tiempo que se
potencia, como única legitimidad la representativa, en detrimento de
las dinámicas participativas que atraviesan las administraciones y
que, por otro lado, exige cada vez más una sociedad mucho más
crítica con la burocrácia político-técnica.
Ante
éste desajuste (no solo organizativo, sino social), la estructura
política tenía ante si un reto: reconstruir una administración
que, recuperando la eficacia, la eficiencia y la seguridad jurídica,
introdujese la mejora de la calidad democrática en forma de
participación, transparencia y rendición de cuentas, más allá de
los períodos electorales. Pero no ha sido así. Y no siendo así, y
pese a las advertencias que desde diferentes instancias se han
realizado, ha primado más ese carácter endogámico heredado y
asumido que la necesidad de poner la administración al servicio de
la ciudadanía. En mi opinión ha sobrado prepotencia y miedo ( o
comodidad o miedo a perderla) y ha faltado liderazgo, empatía y
responsabilidad.
Ahora,
los que pretenden “arreglar”los problemas de la administración
aluden a un instrumento organizativo que sirve como comodín: la
Relación de Puestos. Incitando a creer que ésta herramienta
arreglará todos los males que padece la administración local,
aunque la realidad sea bien distinta.
La
relación de Puestos, siendo un instrumento organizativo, recoge una
variable fundamental: la retributiva. Y el objetivo de regularizar
las prestaciones económicas que desde 2010 se impulsaron de forma
casi generalizada( al margen de la estructura retributiva
reglamentada) pasa por absorber esas cantidades en los conceptos
consolidables. Técnicos y políticos saben que esa reforma de la
actual Relación de Puestos es inviable por los impedimentos legales
que existen: limites de incrementos, porcentajes de máximos, etc.
Por consiguiente: ¿cual es el objetivo de ese discurso sobre las
presuntas benevolencias de una nueva Relación de Puestos?. En mi
opinión es una mera ceremonia de distracción: mientras vamos
caminando, nadie podrá decir que no queremos hacer, y pese a que no
lleguemos, y estando la legislatura en su último tramo, el que venga
detrás, “que apriete”, y si somos nosotros, pues ya se vera...
La experiencia la tuvimos cuando el gobierno municipal insistió,
pese a los informes claramente contrarios, en votar el reglamento de
productividades. La propuesta fue rechazada, pero mientras tanto se
seguía haciendo camino. ¿Que ocurriría si pese a gastarse veinte,
treinta o cuarenta mil euros en los trabajos previos, los informes
finalmente vuelven a ser contrarios?
Creo
humildemente que el problema es de tal magnitud, y afecta de tal
manera a los intereses generales, que en una supuesta agenda
política, debería ser incluido en primer lugar pues, si alguien
quiere hacer política, el principal recurso es la estructura
administrativa, y si esta esta viciada o pervertida por diferentes
hábitos, lo coherente y responsable es asumir una reforma e incluso
una reconstrucción que redunde, no en beneficio de una parte, sino
en el de los intereses colectivos de la ciudadanía de El Campello.
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