LA ADMINISTRACIÓN: ESA GRAN DESCONOCIDA O ESA GRAN PARADOJA? Primera parte.
La
administración pública, la sufrimos o la disfrutamos todos y todas.
La realidad es que el disfrute o el sufrimiento va más por
afinidades simbólicas o personales que por motivos verdaderamente
racionales, porque si así fuera, existirían mareas de ciudadanos y
ciudadanas pidiendo el cierre de las administraciones por suponer un
lastre. Pero, la administración, en un marco democrático, no solo
es el ente que presta determinados servicios: representa a la
ciudadanía, las preferencias, las ambiciones y preocupaciones
colectivas.
Los
Ayuntamientos de la transición se enfrentaban a retos importantes.
Realmente y pese a la politización de la sociedad del momento, las
diferencias ideológicas se relativizaban ante la ausencia de una
organización administrativia ( pocos medios humanos y materiales,
procedimientos discrecionales, etc). Pero lo que en verdad la
relativizaba ( y ahí están los datos) era la ausencia de servicios
e infraestructuras ( se puede observar y comparar las similitudes en
cuanto a los objetivos de la primera época democrática en
Ayuntamientos gestionados por opciones políticas diferentes).
En
nuestro municipio se realizó un importante esfuerzo en las dos
direcciones: se crearon servicios y se dotó al municipio de
infraestructuras, a la par que se reformaba la estructura
administrativa dotándola de medios personales y procedimientos
administrativos. Pero la época en la que ésto se realizó, la marea
neoliberal había llegado a Europa de la mano de los gobiernos
Británico y Estadounidense: Theacher y Reagan fueron los dirigentes
que simbolizaron el triunfo de la ideología neoliberal ante los
movimientos progresistas. El fin de las ideologías preconizado por
Fukuyama y Bell supuso realmente el declive de las ideas
progresistas, en concreto las socialdemócratas que habían
hegemonizado la Europa de post guerra. Y nuestro municipio no fue
ajeno a la hegemonía de los nuevos paradigmas neoliberales sobre los
servicios y la administración: la Nueva Gestión Pública.
El
principio fundamental de éste paradigma es la superioridad de la
gestión privada frente a una gestión pública excesivamente
burocratizada, lenta y costosa. Por consiguiente, muchos de los
servicios que por aquel entonces se pusieron en marcha, fueron a
través de la herramienta de la externalización de servicios. La
socialdemocracia renunció a buscar alternativas, y así seguimos
hasta nuestros días.
Pero,
la dinámica empresarial y la consiguiente conversión de la
ciudadanía en consumidores de servicios ( clientes, contribuyentes,
etc) se hizo sobre la segmentación e individualización de la
sociedad, donde el servicio prestado a menor precio ( para la
administración, no quizá para el ciudadano) no dejaba ver los
efectos que éste partenariado público-privado acarreaba para la
sociedad: precarización del empleo creado en torno a los servicios,
supeditación al precio y no a la calidad, perdida de control
colectivo, etc. Y todo ello, bajo la supervición de una estructura
burocrática con bajos niveles de vocación y separada de la sociedad
real a través de beneficios directos e indirectos ( la cuestión de
los y las empleados públicos como "nueva clase", la
abordaré en otro texto) que ha fallado estrepitosamente en su labor,
multiplicando exponencialmente casos de nepotismo, clientelismo y
corrupción (entendida por corrupción cualquier práctica que
vulnere la ley, incluso sin obtener rédito individual).
Pero,
contradictoriamente, en nuestra administración local se da la
paradoja de que, manteniendo una estructura burocrática más
estática que dinámica, ha pretendido clientelizar a la ciudadanía
pero sin permitir que ésta ejerza sus derechos de consumidor: sin
rendir cuentas, sin informar y sin adaptarse a las circunstancias de
sus hipotéticos clientes. Privatizando más por comodidad siguiendo
esa estática neoliberal "heredada", que por reforzar a los
derechos democráticos de ciudadanía.
Los
movimientos progresistas se enfrentan a un verdadero punto de
inflexión: o buscar alternativas al paradigma que se ha demostrado
como democraticamente perverso ( clientelización de la ciudadanía)
o resignarse a lo que Limblond definió como "ir tirando",
rindiéndose ante el neoliberalismo por incapacidad, comodidad o
simplemente por carecer de compromisos éticos y políticos más allá
de un interés coyuntural. Pero, incluso, desde el punto de vista de
la mera supervivencia electoral, ¿no sería lógico buscar
alternativas que los diferenciase de la derecha?:
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