Campaña a la vista. 2
Quizá
sea interesante avanzar en el concepto de rendición de cuentas y
asignación de responsabilidades como elemento central en unas
elecciones, mas allá de los rituales electorales en forma de
comunicación electoral.
La
realidad política, como he mantenido en diferentes ocasiones, ha
variado de hecho, aunque no de derecho: la Ley Electoral sigue siendo
una norma con intenciones proporcionales pero con voluntad
mayoritaria. La ciudadanía ha decidido, no se si coyuntural o
definitivamente ( eso, los avatares de la política lo decidirán),
abandonar la agregación mayoritaria de voto en las dos
organizaciones que tradicionalmente aglutinaron electoralmente a la
sociedad española, optando por una diseño plural y una
representación que, pese a que a algunos les gusta definir como
“fraccionada”, personalmente prefiero el término diversa.
Pese
a la desafección social por la “política”, la ciudadanía
decidió en 2015 y 2016 ejercer su derecho a ser representados, pero
sin dar la mayoría a nadie. Esto, de hecho ha convertido la
democracia mayoritaria ( rasgo principal de nuestros años de
democracia parlamentaria) en una de corte consensual, aunque ésto,
también habría que cogerlo con pinzas, a la vista del
instrumentalismo con el que algunos partidos de los “nuevos”
actúan en éste (coyuntural o definitivo) marco electoral. Y esa
diversidad; esa pluralidad se ha concretado en diferentes gobiernos
de coalición en diferentes niveles institucionales. Por ejemplo, y
por ser el más cercano: tras la presentación de la moción de
censura, el candidato del partido con más numero de diputados al
margen de Ciudadanos y el PP, logró el apoyo de la mayoría de la
Cámara, aupando a un candidato socialdemócrata a la Presidencia del
Estado. En un ámbito más cercano: el gobierno del Botanic logró
poner de acuerdo a tres fuerzas políticas para gobernar en la
Comunidad Valenciana. Y ya en un ámbito más doméstico: uno de los
candidatos de las formaciones políticas con representación logró
el apoyo de cinco grupos municipales, sumando los votos necesarios
para alzarse con la Alcaldía .
Estos
tres ejemplos, lo son de diferentes formas de coalición: el primero,
de una coalición de investidura sin acuerdo de gobierno. El segundo,
con un acuerdo de investidura y acuerdo de gobierno entre dos de las
tres formaciones que alcanzaron el acuerdo ( recordar que Podemos
decidió quedarse fuera del gobierno autonómico). Y el tercer, el
nuestro, un acuerdo entre cinco formaciones políticas, que en su día
fue mayoritario en la investidura pero hoy es minoritario al haber
expulsado el Alcalde a uno de los “socios fundadores” del actual
gobierno.
El
estudio y análisis de los gobiernos de coalición post electorales
sigue siendo un terreno prácticamente inexplorado en la ciencia
política, básicamente en cuanto al concepto de rendición de
cuentas y la asignación de responsabilidades: en un gobierno de
coalición múltiple, ¿cómo se asignan las responsabilidades?
La
pregunta es compleja, pues no todos los casos de un gobierno de
coalición suponen las mismas dificultades para que la ciudadanía
juzgue la acción del gobierno. Así, en el primer caso planteado,
será fácil asignar responsabilidades al ser un gobierno
monopartidista, pese a haber alcanzado el poder con el apoyo de
diferentes grupos. Aquí siempre queda otro eufemismo político para
justificar la posible ineficacia o improductividad del gobiero: la
culpa es de otros. En el segundo caso, y llegado el momento de las
elecciones, la ciudadanía, en función de diferentes factores en los
que hoy no voy a entrar, decidirá méritos y deméritos de los dos
socios que asumieron el gobierno de coalición (PSPV-PSOE y
Compromís), pero en nuestro caso doméstico, ¿cómo se asignan
responsabilidades?, ¿en función de políticas o resultados?, ¿como
se juzga el papel de cada uno de los actores implicados en un
gobierno que ha mantenido la difusa marca de “equipo de gobierno”
en un ejercicio, aceptado por diferentes causas ( en las que hoy,
tampoco voy a entrar) , de uniformidad partidaria?.
Evidentemente,
como decía, la decisión de la ciudadanía a la hora de exigir
responsabilidades, premiando o castigando la acción de gobierno,
requiere de una reflexión previa a la decisión. Evidentemente, las
decisiones no están exentas de carga emotiva, pero creo que ésta
debería combinarse con un análisis comparativo, como mínimo.
Y,
como dicen que no hay dos sin tres, en la tercer entrega de ésta
extensa reflexión personal, me centraré en los aspectos que, en mi
opinión, podrían ser un elemento valorativo cuando llegue el
momento, que en mi opinión es muy importante, de decidir a quien le
damos nuestro apoyo y porqué.
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