Patriotas de cartón y el Goebbels de Chamberí
En la política contemporánea, hay espectáculos que se repiten con la cadencia de una mala comedia: Isabel Díaz Ayuso (IDA para los amigos) lanza la enésima mentira para generar crispación entre sus huestes, y una parte del público la vitorea como si acabara de salvar la patria. Lo verdaderamente preocupante no es el guion ( que ya lo conocemos) sino el aplauso y los vítores. Porque lo que se celebra no es el argumento, sino la ocurrencia, la zafiedad, el exabrupto. Ayuso hace su papel. Lo ejecuta con la soltura de quien sabe ( si no ella, Mar si que lo sabe) que en la era del titular fácil y la indignación rentable, la complejidad es un estorbo. Su discurso no busca convencer, sino encender. No pretende construir, sino polarizar. Y en ese juego, la manipulación no es un error: es estrategia. Pero lo que debería inquietarnos no es ella, sino quienes la aplauden. Porque ahí reside el verdadero síntoma de nuestra enfermedad democrática: una ciud...